Scroll Down for the English Version
Intro
Mi hipótesis es simple: el rol del Estado está mutando. Ya no se trata solo de administrar la vida, como planteaba la biopolítica clásica foucaultiana, sino de decidir —cada vez con más naturalidad y tecnología— quién merece vivir y quién no. Y lo que antes se decidía desde la moral, ahora se decide desde el cálculo.
Mi hipótesis es simple: el rol del Estado está mutando. Ya no se trata solo de administrar la vida, como planteaba la biopolítica clásica foucaultiana, sino de decidir quién merece vivir y quién no.
Tweet

Esto no es nuevo, pero está alcanzando una velocidad y una legitimación institucional que recuerdan demasiado a momentos previos a catástrofes históricas. El progresismo no lo detuvo. De hecho, lo facilitó. En muchos casos, creyendo que expandía derechos, generó plataformas para que la derecha tecnocrática y eugenésica pueda hoy reconfigurar la sociedad en términos mucho más radicales que los que jamás se hubieran imaginado en los años treinta del siglo XX.
El progresismo creyendo que expandía derechos, generó plataformas para que la derecha tecnocrática y eugenésica pueda hoy reconfigurar la sociedad en términos radicales.
Tweet
La anécdota como estructura del trauma
Yo viví todo esto en carne propia. Aunque no de la forma habitual. A mí no me retiraron medicación —vivo en el Reino Unido, donde el sistema aún funciona—, pero, en la Argentina, a los seropositivos se les retiró la medicación para sus tratamientos antirretrovirales. Y nadie ha sido, ni es , penalmente responsable de las muertes que este tipo de decisión causará; si ya no causó.
En la Argentina, a los seropositivos se les retiró la medicación para sus tratamientos antirretrovirales. Y nadie ha sido, ni es , penalmente responsable de las muertes que este tipo de decisión causará; si ya no causó.
Tweet

Ese es el punto clave: la impunidad. No la impunidad como excepción, sino como forma de gobierno. Como nuevo umbral de la administración pública. La salud, el acceso a la justicia, la legalidad misma: todo se vuelve condicional, volátil, negociable.
Yo mismo fui víctima de un proceso de criminalización institucional que incluyó desaparición de persona, uso de sustancias no identificadas, y negligencia consular. Cuando busqué ayuda, encontré silencio, del peor tipo: pastoral. Del tipo del que te usa para pararse encima tuyo para sentirse mejor persona. Cuando exigí explicaciones, recibí burla. Y cuando intenté hacer valer mis derechos, me enfrenté con estructuras diplomáticas cuya única preocupación era no generar un escándalo que comprometiera sus propios pactos de poder.
De Warwick a la sospecha como régimen
Esto también me pasó en la academia y no soy la excepción. Yo había sido admitido en el Courtauld Institute para un MPhil y cuando brillè de una manera que molestó a mi supervisora, quizo hacer de mi vida un infierno . No fui expulsado. Lo terminé para que no dijeran que fracasé y fue ahi cuando decidí irme para cuidar mi salud. Luego completé mi doctorado en la Universidad de Warwick. Fue allí donde el rigor institucional se volvió sintomático.

Mi supervisora original allí, había estado involucrada en un departamento (Literatura Comparada y Culturas) manchado por un escándalo de violación en 2018 —cuando varios estudiantes fueron descubiertos intercambiando mensajes violentamente misóginos, incluyendo amenazas de violación—, usó mi “cancelación” como oportunidad para lavar su propia imagen. Yo era el blanco ideal: un sudaca atacado en su propio país, con una voz pública crítica y sin el capital social que protege a los locales. El rigor con el que se me trató fue desproporcionado y profundamente político. Me vi forzado a cambiarme de departamento: pasé de Hispanic Studies a Performance Studies. Si no hubiera sido por el interés genuino que instituciones canadienses y norteamericanas empezaron a mostrar en mi trabajo, el sistema me hubiera expulsado por la vía de la asfixia académica.
En el Instituto Max Planck, uno de los centros de investigación más prestigiosos de Alemania, se hicieron públicos escándalos vinculados al abuso de poder, bullying y entornos tóxicos institucionales.
Tweet
Max Planck y el patrón europeo
La academia europea no es distinta. En el Instituto Max Planck, uno de los centros de investigación más prestigiosos de Alemania, se hicieron públicos escándalos vinculados al abuso de poder, bullying y entornos tóxicos institucionales. No son casos aislados, sino parte de un patrón en el que la vulnerabilidad del extranjero, del mestizo, del no reproductivo —del que no encaja ni en la comunidad académica ni en la reproductiva heteronormada— se convierte en una marca de exclusión estructural.

Yo rechacé una posición en Alemania cuando una profesora, en público, cuestionó mi “lifestyle” gay no-reproductivo. Con el dedo levantado. Le respondí con un despliegue teórico que hizo temblar la sala. Pero en Alemania, que ese tipo de autoridad reciba una lección por parte de un mestizo no es aceptable. Se me exigió que pidiera disculpas. No lo hice. Ya me quería ir. Me hicieron un favor. Y de paso, empobrecieron su programa.
CRISPR (del inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) es una técnica revolucionaria de edición genética que esconde una lucha feroz por el control del futuro mismo de la especie.
Tweet
CRISPR: la ingeniería de la nueva raza
En este contexto entra CRISPR. Para quienes no lo conocen: CRISPR (del inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) es una técnica revolucionaria de edición genética desarrollada por las científicas Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, por la cual ganaron el Premio Nobel en 2020. Sin embargo, la carrera por la patente incluyó disputas legales, particularmente con el científico Feng Zhang del MIT, revelando que detrás de la innovación se escondía una lucha feroz por el control del futuro mismo de la especie.

CRISPR permite cortar y modificar genes con una precisión inédita. Y esto —aunque algunos lo presenten como esperanza terapéutica— abre la puerta a la eugenesia. ¿Qué pasará cuando esta técnica no se aplique solo a prevenir enfermedades, sino a seleccionar embriones según estándares de perfección física, intelectual o moral? ¿Quién define esos estándares?
El modelo Spears: vejez, tutela y deshumanización
Algo similar ocurre con el anciano pobre. Incluso con el anciano rico, si está solo. El caso de Britney Spears lo ejemplifica brutalmente. Su tutela legal —impuesta por su padre, avalada por jueces, y sostenida por un sistema que la consideró incapaz de gobernar su vida— fue una forma de biogobierno económico y emocional. El “modelo Spears” funciona hoy como forma administrativa para controlar no solo a mujeres ricas vulnerables, sino a millones de ancianos y personas solas en todo el mundo. Cuando no tienen herederos, los Estados o empresas privadas pueden hacerlos firmar lo que sea. Se los convierte en autómatas vivientes. Un paso más hacia la biopolítica del descarte.
El “modelo Spears” funciona hoy la bio política del descarte, como forma administrativa para controlar no solo a mujeres ricas vulnerables, sino a millones de ancianos y personas solas en todo el mundo.
Tweet
Smartwatch, puntajes y ley en EE.UU.
Todo esto tiene una lógica: cuantificar la vida. Esta semana, el Secretario de Salud Pública de EE.UU., Robert F. Kennedy Jr., impulsó un proyecto que autoriza al Estado a recolectar datos biométricos en tiempo real sobre el esfuerzo que cada ciudadano hace por mantenerse sano. El Apple Watch ya mide el ritmo cardíaco, el sueño, el ejercicio físico y la oxigenación. Muy pronto esos datos serán usados por el sistema público de salud para decidir si uno merece tratamiento o no. El que se esfuerza, recibe. El que no, se convierte en una carga.
Muy pronto, SmartWatches, esos datos serán usados por el sistema público de salud norteamericano para decidir si uno merece tratamiento médico subsidiado o no.
Tweet
Es el sueño libertario. Una sociedad sin pobres, no porque hayan sido ayudados a salir de la pobreza, sino porque han sido eliminados del sistema. Por pereza, por gordura, por consumo, por contagio.

Derechos no acumulativos
Por eso es crucial recordar que los derechos no son acumulativos. Contra lo que dice Grossman, uno no va sumando derechos como si fuesen puntos de experiencia en un videojuego. Se pueden perder todos en un segundo. Cristina Kirchner fue reticente al aborto hasta que el movimiento se le impuso. Y ahora el mismo Congreso que legalizó ese derecho se encamina a eliminarlo. Porque el Estado no es un ente moral. Es un dispositivo de poder. Y quien lo controle decide la ley.
Los derechos no son acumulativos. Uno no va sumando derechos como si fuesen puntos de experiencia en un videojuego. Se pueden perder todos en un segundo. El Estado no es un ente moral sino de poder.
Tweet
Epílogo: memoria e ironía
Lo más perverso de todo esto es que aún dentro de este colapso, se invoca la ética. Se invoca la ciencia. Se invoca el progreso. Pero no hay nada progresista en el abandono del paciente seropositivo, ni en la vigilancia algorítmica del cuerpo, ni en la administración judicial del deseo o la vejez. Y no hay nada más reaccionario que una élite académica que encubre violadores mientras cancela críticos incómodos para limpiar su historial.
La biopolítica del colapso ya está entre nosotros. No será un régimen de exterminio masivo. Será algo peor: un régimen donde la exclusión se sentirá merecida. Porque —como siempre— los nuevos desaparecidos serán los que no llegan al nivel de cumplimiento con los estándares esperados por las corporaciones.
Los nuevos desaparecidos serán los que no llegan al nivel de cumplimiento con los estándares esperados por las corporaciones.
Tweet
Biopolitics of Collapse: Eugenics, Technology, and the State as Death Manager
Foundational Hypothesis
My hypothesis is straightforward: the role of the modern State is transforming. It’s no longer about administering life, as classical Foucauldian biopolitics proposed, but about deciding—more discreetly and technologically than ever—who deserves to live and who does not. What was once governed by moral frameworks is now determined by calculation.
The role of the modern State is transforming. It’s no longer about administering life, but about deciding who deserves to live and who does not. What was once governed by moral frameworks is now determined by calculation.
Tweet
This isn’t new—but it’s now accelerating and institutionalized in a way that eerily echoes historical precedents of catastrophic scale. Progressivism didn’t stop it; in many cases, it enabled it. Often under the guise of expanding rights, it created openings for a techno-eugenic right to radically reconfigure society—far beyond mid‑20th century fantasies.
Progressivism created openings for a techno-eugenic right to radically reconfigure society—far beyond mid‑20th century fantasies. We are on the threshold of an epochal change.
Tweet

Anecdotal Structure of Trauma
I experienced this in the flesh. Not in the usual sense. Living in the UK, I was never denied medication—medical care still functions for gays. But currently Argentine HIV‑positive patients were abruptly cut off from antiretroviral treatment. No official was criminally held accountable.
Currently Argentine HIV‑positive patients were abruptly cut off from antiretroviral treatment. No official was criminally held accountable
Tweet
That’s the key: impunity. Not as exception, but as governance. Health care, justice, legality—all have become conditional, fragile, negotiable.
I myself went through institutional criminalization: disappearance of a person, unknown substances inserted into my body, and glaring consular neglect. When I sought help, found silence. When I demanded answers, was met with mockery. When I tried to assert my rights, I bumped into diplomatic structures more concerned with preserving their own networks of power.

From Warwick to Suspicion as Regime
This also happened in academia. I was accepted into the Courtauld Institute for an MPhil—not expelled. I completed it, then chose to leave. Later, I earned a doctorate at Warwick. There, institutional rigor became a symptom.
My original supervisor, part of a department devastated by a 2018 sexual assault scandal (in which male students shared misogynistic and rape‑threatening group chats), seized upon my “cancellation” as an opportunity to restore her own reputation. I became the scapegoat: a South American caught on foreign soil, publicly critiqued without local support or social capital. The work demanded of me was disproportionate, politically driven. I was forced to transfer to the Performance Studies department. Had it not been for genuine interest from North American and Canadian institutions in my work, the system would’ve pushed me out.

Max Planck and the European Pattern
European academia isn’t different. At Germany’s prestigious Max Planck Institute, scandals surfaced involving bullying, power abuses, and toxic work environments. These aren’t isolated cases. They form part of a broader pattern where foreigners, mestizos, non‑reproductive gays—anyone who doesn’t fit institutional norms—become structural targets.
At Max Planck Institute, scandals surfaced involving bullying, power abuses, and toxic work environments where foreigners, mestizos, non‑reproductive gays—anyone who doesn’t fit institutional norms—become structural targets.
Tweet
I declined a position in Germany after a professor publicly denounced my gay, non‑reproductive “lifestyle.” I countered with a theoretical dismantling that shook the assembly—but in Germany, an authority figure being challenged by a mestizo is unacceptable. I was asked to apologize. I did not. I’d already decided to leave. Their loss—and beyond that, their academic impoverishment.
CRISPR: Engineering the New Race
Enter CRISPR. For readers unfamiliar: CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) is a groundbreaking gene‑editing technique developed by Jennifer Doudna and Emmanuelle Charpentier, Nobel laureates in 2020. But behind the innovation were fierce patent battles—particularly with MIT’s Broad Institute—and ethical scandals, notably China’s 2018 genetic editing of human embryos.
CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) is a groundbreaking gene‑editing technique that has had ethical scandals, notably China’s 2018 genetic editing of human embryos.
Tweet

CRISPR lets us precisely cut and edit DNA. But therapeutic promise hides eugenic danger: that human life becomes designable. Who defines what’s normal? What’s disabled? Who decides which embryos deserve life?
CRISPR lets us precisely cut and edit DNA. But therapeutic promise hides eugenic danger: that human life becomes designable. Who decides which embryos deserve life?
Tweet
The Spears Model: Aging, Guardianship, and Dehumanization
This paradigm manifests clearly in the case of Britney Spears. For thirteen years, her father became her legal guardian, controlling every aspect of her life—finances, health care, contraception—while the courts allowed it. State protection became state control.
I call this the Britney Spears Model: using guardianship to administratively silence certain individuals without dismembering them. It’s not about killing—it’s about deactivating. It’s a model increasingly applied to lonely elderly patients—often sign legal documents they don’t fully understand. They are not protected, but contained. Once deemed incapable, they lose voice, rights, autonomy.
The Britney Spears Model: using guardianship to administratively silence certain individuals without dismembering them. It’s not about killing—it’s about deactivating.
Tweet
Smartwatches, Scores, and U.S. Legislation
All this follows a logic: life becomes quantifiable. Recently, U.S. Secretary of Public Health Robert F. Kennedy Jr. introduced a bill to allow real-time biometric data—tracked by devices like the Apple Watch—to influence healthcare eligibility. Sleep patterns, physical activity, stress levels—everything you record could determine whether you “deserve” medical treatment. Health becomes a reward, not a right.
Recently, U.S. Secretary of Public Health Robert F. Kennedy Jr. introduced a bill to allow real-time biometric data—tracked by devices like the Apple Watch—to influence healthcare eligibility.
Tweet
This is libertarian wet dreaming. A system where the poor aren’t cured—they’re culled. By laziness, weight, addiction, mental illness, systemic poverty, sexual difference.
This is libertarian wet dreaming. A system where the poor aren’t cured—they’re culled. By laziness, weight, addiction, mental illness, systemic poverty, sexual difference.
Tweet
Rights Are Not Cumulative
We must dismantle the myth that rights accumulate. Grossman and others misrepresent this as bitterness. It isn’t. It’s the result of engaging, witnessing, and then dismantling from within. Once inside, you see how the machinery works—and you choose not to be part of it.
The legal recognition of abortion in Argentina, for example, was delayed because it wasn’t driven by justice, but by political calculus. Rights aren’t stacking—they’re negotiable. Subject to economic, social, symbolic logics, and easily revoked.
We must dismantle the myth that rights accumulate. They can easily be revoked.
Tweet
Epilogue: Irony and Memory
The most perverse detail in all this: we invoke ethics, science, progress. Yet there is nothing progressive about cutting HIV medication, nor invasive state surveillance, nor economic guardianship of reproductive and elderly autonomy. And nothing more repressive than academic elites who shield offenders while cancelling critical voices—even those that once strengthened their reputations.
The biopolitical collapse isn’t coming—it’s here. It won’t take the form of mass extermination. It’s subtler: exclusion by design, elimination by neglect. And, as always, the new disappeared will be those deemed unworthy—and not by accident, but by design.
The biopolitical collapse isn’t coming—it’s here. It won’t take the form of mass extermination. It’s subtler: exclusion by design, elimination by neglect.
Tweet





Deja una respuesta