Creo que ha llegado el momento de regresar humildemente a hacer el aporte que me corresponde en el blog que, como ustedes saben, es el blog decano en la Argentina y que tuve que suspender tras sufrir un ataque. Me referiré a ello en su momento, pero por ahora no lo haré, ya que estoy en medio de una serie de procesos legales y, según mi abogado, incluso podría haber habido una motivación política detrás de ese ataque. Sin embargo, esto no es lo que me interesa ahora.

Elegí esta entrevista realizada por una fémina cuyo nombre ni sé ni me interesa demasiado. Ella encarna un prototipo social y se presenta segura de sus propios valores y convicciones (aunque, por su consumo de lípidos, esto no sería tan así). La entrevista es a Daniel Rossi, quien se autoidentifica como un adicto en recuperación, y ocurre en el centro mismo de rehabilitación, que parece un establo. Él, vestido impecablemente pero hecho mierda.

Quiero deconstruir este video en un par de posts, pero en este me voy a referir a los primeros 15 minutos, donde el exmodelo y, aparentemente, exnovio de Madonna, Daniel Rossi, adopta una identidad: la del enfermo en recuperación, la del carente que encuentra en la culpa y en la constricción su verdadera adicción, que va en camino de convertirse en vocación.

En realidad, Daniel no es una víctima de la cocaína sino de un sistema criminalizante, extractivo y explotador. Y desde ya, no me refiero ni a los narcos ni a la industria de la moda (en la que fue un reconocido modelo y que fácilmente se puede demonizar), sino a estos emprendedores morales que encuentran en la diseminación del pánico moral una oportunidad para la penalización. Penalización que, en el caso de Daniel, termina siendo introyectada e internalizada como una prolongación de su propia culpa—la culpa de quien siente que, en el momento en que se quedaba sin sustancia durante el bajón, todo se acababa.

El Bajón Porteño 

Esto es algo muy argentino. El bajón no es tal en otros lugares, lo que ya debería hacernos pensar en la sustancia en otros términos. Daniel Rossi comienza hablando en tiempo pretérito. Nos dice que pudo disfrutar un montón siete años de carrera. Siete es un número bíblico, y lo religioso nunca está demasiado lejos de la experiencia de este buen hombre con vocación de pastor. Pero lo más delicioso de la entrevista son los comentarios y las preguntas. Los primeros provienen de los lectores de Infobae, que reaccionan a las preguntas de la gordita empoderada y del modelo hecho bosta. No hay traducción al castellano, pero la palabra que mejor se aplica a la gordita es morally entitled.

Los Superaditos 

Bajo el video en YouTube, una tal Mariana Gutiérrez hace gala del típico placer por el melodrama argentino, que siempre implica usar lo que ellos consideran la inferioridad moral del otro para verse como superiores. Esto habla peor de ellos que de aquellos a quienes, casi siempre, insultan a través de halagos u ofertas de ayuda. Mariana dice: “Abrió su corazón con total generosidad y no se victimizó al reconocer sus miserias.”

Este tipo de lenguaje es la sustancia que verdaderamente daña. Uno podría responderle a Mariana que, si él no se victimiza, ella sí lo hace. Y, además, estoy en desacuerdo con esa supuesta no victimización, ya que el argumento de Daniel, profundamente religioso, es terriblemente víctimológico.

Otro comentario es el de Abel Villarruel, quien dice que es la primera vez que escucha a un adicto en recuperación tan respetuoso y tan sincero. Lo que pretende ser un halago es, en realidad, una advertencia social de criminalización: según este tipo, cualquiera que sea considerado adicto en recuperación pasa automáticamente a ser un ejemplo de insinceridad y falta de respeto.

En estos dos primeros comentarios, y sin siquiera ver el video, podemos advertir un modo de presentación a través del exceso de consumo como algo moralmente reprimible.

Esto alcanza alturas de religión cuando la comentarista Laura Montalvo acota entre los comentarios: “Que Dios bendiga a este hombre.” Y una tal Contia, en un tono propio de grupos como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, comenta: “No aflojes. Soy una exbailarina que estropeó su carrera por las sustancias y el alcohol; estuve en coma y haber encontrado a un hombre me ayudó a salir de la oscuridad y me salvó.”

Por lo visto, lo de Contia no es adicción a las sustancias sino al mandato materno: primero, al seguir una carrera para la que no le daba, y para tolerar el dolor, necesitó sustancias; luego, siguiendo seguramente el mismo mandato, repitió los errores de su madre, delegando su libertad y su iniciativa al macho argentino. Esta es la gente que da consejos de moral al exnovio de Madonna.

Pero, ¿me hacen el favor de comprarse una vida en Carrefour? Y ya sé que la van a tener que pagar en cuotas. 

Mártires y Demonios: Adan y Eva

  

Como vemos, esta es una historia de bipolaridades, de mártires y demonios, del bien y del mal. Pero pasemos brevemente a la entrevista, donde Daniel cuenta que, en una discoteca, una chica—allá en el tiempo—le hizo probar el pecado. Como si él fuera Adán, Eva le da la manzana y, una vez que la prueba en Palladium (donde ocurre la escena), deja de poder hablar y bailar, pero comienza a vivir a través de lo que experimenta como culpa. Sin embargo, esa culpa refleja cierta vitalidad.

Él es un chico de campo y, como un personaje de William Hogarth, llega a la ciudad y esta lo corrompe. De Adán a Diógenes: el mal ya no es Eva, sino la ciudad de Buenos Aires como eje de corrupción y perdición. Hay algo de esto con lo que me identifico respecto a Buenos Aires, y no tiene que ver con la ciudad en sí, sino con los grupos y la culpa.

Pero lo que caracteriza a esta entrevista es la reacción melodramática de todos y—perdón que me repita—el juego de oposiciones que, incrementalmente, gracias a la gordita emprendedora moral, pasa de la acusación (al modelo) por falta de autocontrol y manejo de sí mismo a algo más turbio, vinculado con dicotomías bíblicas al estilo de la gordita Malinkrot. Palabras como oscuridad y luz, ruina, vulnerables y víctimas comienzan a proliferar.

La droga es presentada dentro de una imagen apocalíptica que, yo diría, es la punta del iceberg de un profundo desprecio por sí mismo, basado en su propia culpa, puesta en abismo. Creo que, por ser chico de campo, Daniel quedó atrapado en esa culpa, y la terapia no lo dejó salir. Su gran error fue volver.

Ahí es donde comienzan las preguntas de la gordita emprendedora moral Infodiarreica, quien lanza una catarata de preguntas que se responden solas: Se volvió algo imparable, ¿no? Esta es, desde ya, una pregunta retórica, y él se limita a decir: Sí, me absorbió.

¿Buscaste ayuda solo? Y él responde: Sí, fui a un psicólogo.Yo diría que aquí, en la Argentina, comienzan los problemas. Porque el psicólogo va a tratar de retenerte hasta que no puedas más y, de ahí, te deriva (cobrando comisión) al centro de recuperación. Y si no te da el piné, o si te da, terminas en los programas de 12 pasos—sobre los que nos vamos a referir—y que plantean todo otro tipo de problemas, obviamente basados en la construcción de una identidad donde el fracaso y la victimología se transforman en virtud. No hace falta ser mejor; es más, intentarlo te pone en peligro. Y la gordita moralista avanza: ¿Estabas en una posición en la que veías los problemas y los podías tratar? ¿De dónde salía la plata?

Aquí ocurre uno de los primeros momentos en que el contexto y la realidad social logran infiltrarse y permiten ver algo más allá de la cristiana falta de autocontrol que domina el resto de la entrevista. Este muchacho trabajaba en un local de ropa (Mango, creo) en Unicenter, en los 90, donde ese tipo de producto circulaba como en los restaurantes: para que el personal trabaje más y más. En la Argentina, la droga era barata.

Esto, sin embargo, no entra dentro de la pregunta de la emprendedora moral, que constantemente equipara abstenerse con libertad. Y aquí tenemos un problema semántico, porque en inglés hay dos conceptos para referirse a la libertad—freedom y liberty—que creo que son más productivos que en castellano.

La primera (freedom) tiene que ver con las posibilidades: yo tengo la libertad de matar y no ir presa, como es el caso de Patricia Bullrich y el fotoperiodista Grillo, por quien estamos haciendo fuerza. Mientras que la segunda (liberty) es ética. Pero este tipo de refinamientos le escapan a la emprendedora moral de Infobae, cuyo enfoque pastoral se basa en el cuestionamiento del uso que los otros hacen de su libertad, sin ninguna consideración por el sistema de vida, los traumas, las condiciones sociales o el sistema mismo que el medio que ella representa encarna.

La Emprendora Moral Infobaerreica 

Si hay una perpetradora aquí, es ella. En cuanto al muchacho, pertenece a una categoría de sujetos con alto grado de sensibilidad, sobreexpuesto y sin herramientas para navegarlo, que encontró en la sustancia un recreo.

Interesantemente, las razones de su uso aparecen de la mano de la medicina, pero nadie lo ve: cuando dice que en la escuela era hiperactivo, es probable que la sustancia lo nivelara. Es decir, no estaba consumiendo para dañarse (lo que también debería ser objeto de respeto), sino automedicándose. Y aquellos responsables de su bienestar en sus años formativos—sus padres—no lo diagnosticaron. Tampoco lo hizo el sistema escolar, que, en esta materia, es el huevo de la serpiente.

Pero que en 2025 todas las preguntas y respuestas de la entrevista sigan girando en torno a la culpa católica es llamativo.Él vuelve constantemente a la necesidad de escapar del bajón que le daba el bajón en Buenos Aires. Es un punto interesante con el que me identifico: la fuerza del bajón en Argentina. Y creo que tiene que ver con la culpa católica y la responsabilidad con el mandato paterno o materno, sobre todo para un chico de pueblo, con un padre jugador y, seguramente, una madre que lo hizo adulto antes de tiempo. Pero estamos entrando en terrenos pantanosos, típicamente porteños y psicoanalizantes, donde sería muy fácil demonizar al padre como jugador—algo que el hijo hereda—y ya estaríamos planteando la adicción no como enfermedad, sino como un rasgo de predisposición mental genética. Si este rasgo se abordara a través del ADN, con las tecnologías que ya tenemos, se evitarían varios malentendidos.

Pero quiero volver a eso: el bajón en Argentina. Porque Argentina tiene esa estructura de grupos que hace que la noche sea muy sórdida, aunque no porque sea zarpada. Porque no es zarpada. El argentino, por lo general, no se atreve a mucho, por más que diga lo que diga. Pero hay una fuerte carga moral, y la respuesta está en las preguntas de la gordita:

¿El juego era otra de tus adicciones? O sea, estaba la cocaína por un lado y la adicción al juego por el otro.¿Cuanto más ganabas, más perdías? Y la remata con una pregunta muy argentina: ¿Tenés idea cuánta guita perdiste en total en el juego? Qué grasa que la deigor. 

La cuantificación del daño autoinfligido mientras él remite a las oscilaciones bipolares de su calidad de disfrute, de una vida que la deigor ni siquiera puede imaginarse. Porque todo su discurso remite a una vida exitosa, una carrera que—de lejos—fue mucho mejor que la de ella. Y, sin embargo, lo trata desde ese lugar de superioridad moral, cuando él no le hizo daño a nadie. 

La Sobriedad como Prisión

Por eso, por ahora, voy a decir que la sobriedad que veo en él no equivale a la libertad. Y está lejos de lo que dicen los comentaristas. El pibe está hecho bosta. Y está hecho bosta porque es buen pibe e introyectó la culpa que esa terapia le inyectó. Y, posiblemente, también la de sus amigos y su familia (todos mediocres).

Es como si, con su piel arruinada y su aspecto, estuviera pidiendo. Y tuviera que prestarse a la autohumillación frente a esta emprendedora del pánico moral para promocionar una fundación—Eira, creo—con quien claramente hubo un arreglo económico.

No olvidemos que el lugar de Infobae en esto es instalar, desde la derecha, la criminalización de la sociedad argentina. De algo que, en principio, tiene que ver con otras cosas que ni siquiera se mencionan. Y todo se limita al fracaso individual y al autodisciplinamiento, para generar un estado de pánico moral excepcional en la historia de la humanidad.

Recordemos que Sigmund Freud escribió gran parte de su obra bajo los efectos de la cocaína. Por lo tanto, el problema no es la sustancia. Es su abuso. Y el abuso—como cualquier abuso—siempre es síntoma de otro tipo de enfermedad.

Sigue mañana.

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2 respuestas a “el Ex de Madonna y la Redención Para el Placer culposo desde el centro de rehabilitación”

  1. La gordita está monetizando el morbo. En un video reciente entrevista a una pobre mina que perdió a sus tres hijos por una pérdida de monóxido de carbono, y pone el énfasis en que después de la desgracia la dejó el marido.

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  2. El problema con la monetización del morbo en este contexto socio-politico es que ‘desde arriba’ criminaliza el consumo de sustancias y profundiza el estigma. Hoy, voy a escribir algo sobre ese pastoralismo y el legado de las políticas de identidad en la generación de la deigor es la moralización de las relaciones interpersonales. El problema La Nacion/Palermo es que creo un grupo de gente que se cree moralmente superior porque tienen una vida de mierda.

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