Ver esas botas y la homosexualidad inherente a la fuerza represiva desplegada por Patricia Bullrich salta a la vista. Sin embargo, si observamos con mayor detenimiento, lo que emerge tiene más que ver con la marcha del miércoles pasado en apoyo a los jubilados.\ Lo que ocurrió allí fue una superación de la estética bullrichiana, que suele estar asociada con una imaginería de cyborgs: cascos polarizados, equipos de grafito y kevlar. En Bullrich hay una estética futurista, casi de ciencia ficción. En cambio, lo que se vio en la marcha fue un desplazamiento hacia algo más puramente mileísta; es decir, algo más gay y más cosplay.

En 1988, Nayland Blake escribió su primer ensayo sobre Tom of Finland para OUT/LOOK: National Lesbian and Gay Quarterly. Blake comienza con una advertencia para cualquiera que intente acercarse a la pornografía de manera seria:
“Cuando se escriba la historia de las imágenes gays y su representación, contendrá un gran porcentaje de imágenes pornográficas. En un contexto que produce un conocimiento especializado de los actos sexuales, lo que nos calienta habla elocuentemente de quiénes somos”.
Milei y Bullrich Corriendo por la Avenida Santa Fe de Noche
Poco después, apareció un spot en el que Milei, completamente enfajado, camina junto a Bullrich. Esta vez, ella aparece solo en apariencia sobria. Ambos avanzan hacia la cámara como si fueran figuras que garantizan la seguridad, pero lo hacen con un aire espectral, casi nocturno, como si se dirigieran a un boliche gay o a un sauna. Desde un punto de vista visual, es como si el mileísmo hubiera dado un paso decisivo en su salida del clóset, acercándose a un fetichismo sadomasoquista que sublima, en la represión del débil, su propia voracidad anal. Milei quiere penetrar, pero no puede. Y por eso termina siendo penetrado… por Bullrich. Da la impresión de que acaba de darse cuenta del peligro que tiene al lado.
Pero volvamos al homoerotismo Mileista porque es en el policía y sus botas, donde podemos ver un exagerado retraimiento o refugio en el macho como mundo. Luego en los canales progresistas los camarógrafos seguían por la calle a militantes mileiistas que simulaban ser miembros de la fuerza de seguridad y eran presentados como infiltrados pero había cierto placer en su fracaso de pasar exitosamente desapercibidos (es decir de ser realmente duchos cosplayers) y tambien en su propio fracaso en el ingreso a las fuerzas de suguridad. Como en el gordo dan, estos individuos tienen algo de nerd y algo asexuado pero militan contra lo afeminado y a favor de una masculinizacion totalmente asexuada. Vieron que desaparecio Yuyito? A quien se coge el Gordo Dan? Que los excita?

Tom of Finland y Las Marchas de los Miércoles
Es imposible no pensar en Tom of Finland cuando vemos la imagen del policía con las botas y los cosplayeros infiltrados. Tom of Finland tras la invasión soviética de Finlandia de 1939 fue convocado por las fuerzas armadas de su país y en uno de sus diarios se quejó de lo sueltos que eran los uniformes finlandéses y lo poco que se les notaba el orto en contraste con lo ajustados de los uniformes nazis que arribaron a Finlandia con el alineamiento militar alemán contra la unión soviética. Fue alli donde laaksoonen que es el verdadero nombre de Tom of Finland comenzó a tener sexo anónimo y público con soldados nazis. Luego, él diría que ‘toda la filosofía nazi, el racismo y lo que se considero odioso, me atraía profundamente. Tienen los uniformes más sexys que vi en mi vida’.
A pesar de la criminalización que había contra los homosexuales en helsinki, Tom of Finland rechazaba su carácter afeminado: yo trataba de vestirme y comportarme del modo en el que lo hacía cuando estaba con mis amantes nazis pero no me salía. Yo era joven recuerda y quería ser deseado pero todo esto estaba tan mal que de hecho en un momento me di por vencido pero lo que estaba mal era su propia identidad nerd afeminada. Si comparamos al gordo dan con Cuneo, por ejemplo, que son 2 personas analogas como modelos hipermasculinizados pero mientras en Cuneo la hombria tiene cierto fundamento (aunque un poco retorico), en el gordo dan es puro cosplay.

Presten atención en el video de arriba al joven de la boina. Está disfrazado. No hay forma de que pase desapercibido. Es más, el cosplay se desplaza hacia el tipo de infiltración que ejerce. Hoy escuchaba una entrevista a uno de ellos: todos fracasaron en su intento de ingresar a las fuerzas de seguridad o a la SIDE, donde ya ser miembro es, de por sí, un fracaso. Es decir, solo incorporan a personas que, como decía Hannah Arendt sobre Eichmann, son tan irrelevantes que logran pasar tan desapercibidas como para volverse invisibles.
La Sexualización de la Polîtica Parlamentaria y de la Represión
Roland Barthes diferenciaba la pornografía del arte erótico describiéndola como una forma hecha para un único propósito: “Como una vidriera que exhibe solo una joya iluminada, completamente definida por la presentación de una única cosa: el sexo. Ningún objeto secundario o inoportuno logra jamás medio ocultar, retrasar o distraer…”
La pornografía del mileísmo está en el Congreso: en Martín Menem cortando micrófonos y en Lilia Lemoine exhibiendo su cuerpo mantecoso. Robert Mapplethorpe, en cambio, desplaza sus primeros planos de genitales del terreno pornográfico al erótico al fotografiar el tejido de la ropa interior a muy corta distancia. La fotografía deja de ser unitaria, ya que lo que interesa es la textura del material. Eso es lo que se ve en nuestro Tom of Finland de las botas en Plaza de Mayo o en Juliana Awada.

En su descripción de la superficie de la tela contra el cuerpo en la fotografía de Mapplethorpe, Barthes identifica un erotismo similar al que se encuentra en los dibujos de Tom of Finland: menos en el cuerpo en sí que en el cuerpo ceñidamente envuelto, revelado y oculto al mismo tiempo. Tom of Finland resuena con Barthes cuando afirma:
“Casi nunca dibujo a un hombre completamente desnudo. Tiene que llevar al menos un par de botas o algo puesto. Para mí, un hombre completamente vestido es más erótico que uno desnudo. Un hombre desnudo es, por supuesto, hermoso, pero vístelo con cuero negro o un uniforme—ah, entonces es más que hermoso, entonces es sexy.”

La especificidad del uniforme sitúa a las figuras en un drama de autoridad y juegos de poder jerárquico, donde esos roles son repetidamente subvertidos, desestabilizados y vueltos fluidos. Un patrullero de carretera puede detener a un motociclista, inmovilizarlo por la fuerza y sodomizarlo con regocijo, pero en el siguiente dibujo los roles se invierten. Todos parecen disfrutar. En varias secuencias, un atuendo es parcialmente robado y usado por otro personaje, una transgresión que provoca represalias sexuales.
En la policía y las parlamentarias mileístas, como en Tom of Finland, no hay desnudos, sino vocación sexy. Es un tipo de sexualidad que se juega en el drama de la jerarquía del poder, que no es otra cosa que una puesta en escena teatral, un cosplay político, como el que encarna el gobierno de Milei. Por eso, estas figuras militarizadas forman parte constitutiva del imaginario mileísta, pero son también poco efectivas: no logran proyectar esa masculinidad implacable capaz de generar identificación, como sí ocurrió, por ejemplo, en Chile durante el pinochetismo. Tampoco consiguen evidenciar el artificio al punto de transformar todo en un juego, como sucede con Donald Trump, donde el abismo es parte del espectáculo: un espejo frente a otro espejo, donde cada palabra que sale de su boca suena a la de un borracho. Un juego muy peligroso, pero un juego al fin.
Role Playing y Cosplay Represivo Fetichista Gay
Este role playing también se aplica a la corrupción y al robo, algo que Tom of Finland llevó al terreno sexual: en sus dibujos, las escenas de motoqueros robando uniformes siempre terminan con su castigo en forma de sodomización. Al respecto, Susan Sontag escribió:
“En los sex shops, los baños, los bares de cuero, los burdeles, la gente saca sus atuendos. Pero ¿por qué? ¿Por qué la Alemania nazi, una sociedad sexualmente represiva, se ha vuelto erótica? ¿Cómo pudo un régimen que persiguió a los homosexuales convertirse en un fetiche gay?”

Lo mismo se aplica a la Argentina. Ese de bigotes y botas quiere pija, pero no se anima porque a él no se le para; como a Milei. Sontag no menciona a Tom of Finland —quien en ese momento todavía era considerado un mero pornógrafo— pero sí dirige su atención hacia la erotización de la parafernalia nazi, especialmente en las escenas de S-M gay, y concluye:
“El color es negro, el material es cuero, la seducción es la belleza, la justificación es la honestidad, el objetivo es el éxtasis, la fantasía es la muerte.”
Su observación de que, dentro de la emergente imaginación gay, parpadea algo que se asemeja al fascismo —en su estetización desbordada, en su culto al cuerpo masculino e incluso en el tono paródico de su fetichismo— siguió acechando las discusiones sobre la escena leather. Las botas y los argentinos. La tortura como algo que calienta.
Lo que vimos en el paso del bullrichismo futurista al cosplay mileísta tom-finlandista fue la transformación de la parafernalia nazi y fascista en fantasía. Y eso es lo interesante: la marcha del miércoles tuvo algo de intermedio entre la realidad y la fantasía, que contrastaba con la materialidad cruda de la represión anterior. Como si el operativo se hubiera virtualizado, y al virtualizarse, se hubiera homoerotizado. Lo que emergió fue la verdadera naturaleza de la pareja gay a cargo de la represión proto-nazi a los jubilados, rodeados de un grupo de jóvenes con erecciones por golpear viejos.
Mucha tela para cortar.
J. A. T.





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