Cuando todo es afecto, ¿qué queda del conflicto?

‘Quiero una convocatoria que incluya a todas MIS amigas’

En abril de 2025, Kekena Corvalán lanza una nueva “inconvocatoria” para el Campamento IX: Fantasía y organización, a realizarse en Barcelona. Bajo el lema de una curaduría afectiva sin cupos, sin calidad, sin categorías ni exclusions (bueno, es en Barcelona!) —“una convocatoria que incluya a todas mis amigas” es la fórmula elegida—, se reactiva su propuesta de comunidad artística itinerante y horizontal, en la que el afecto reemplaza la competencia, y la pertenencia, el criterio. Este gesto, festivo y, ciertamente, provocador, propone reinventar el campo del arte desde el deseo y el cuidado, más allá de toda institucionalidad crítica. Pero ¿qué tipo de poder circula en esta comunidad afectiva?

El gesto de Kekena Corvalán propone reinventar el campo del arte desde el deseo y el cuidado’. Pero ¿qué tipo de poder circula en esta comunidad afectiva?

Este post propone una lectura crítica del modelo curatorial de Kekena Corvalán como forma contemporánea de gobierno emocional, en línea con la “traumatología” y la “administración (a través de su estetización) de la herida”. Desde allí, quiero discutir cómo la afectividad puede funcionar como nueva gramática de exclusión, cómo el deseo se vuelve capital simbólico gerenciable, y cómo el goce —en el sentido Lacaniano— queda expulsado del horizonte comunitario para dejarnos con una definición del deseo que parece motivado por la carrera profesional y valores neoliberales como ‘el proyecto curatorial’, etc. 

Asimismo, quiero abordar sus “campamentos” en la tradicion o, mejor dicho, genealogía de ‘las brujas organizadas’ que traza Silvia Federici en Caliban and the Witch. Para Federici, las brujas eran mujeres desobedientes que resistían el cercamiento de los comunes y el disciplinamiento del cuerpo productive en los principios del capitalismos. Sin embargo, ‘las comunidades afectivas’ de Kekena Corvalán, si bien se inspiran en esas formas de vida colectiva, ya no se ubican en los márgenes (en el bosque), sino en el corazón del aparato cultural Estatal o en el turismo burgués (Barcelona!). De la hoguera al subsidio, del aquelarre al catálogo de museo subsidiado o experiencia comunitaria holiday. Es la mutación que encarna Kekena la que me interesa deconstruir aquí con Ustedes.

Kekena se inspira en formas de vida colectiva que ya no se ubican en los márgenes sino en el corazón del aparato cultural Estatal o en el turismo burgués.

La ‘Comunidad Afectiva’

La “comunidad afectiva”, tal como la propone Kekena Corvalán, se presenta como alternativa a los dispositivos hegemónicos del arte contemporáneo. Es un modelo de curaduría que privilegia la escucha, el deseo, la horizontalidad y la colectividad por sobre el canon, la competencia o la autoría del ‘Gran Maestro’ creador. Pero bajo su aparente radicalidad, lo que se configura es una forma de gobierno blando, una administración del trauma, que, no busca interrumpir el orden, sino hacer más amable su continuidad. La herida y el trauma son, desde hace rato, más mainstream que el merito o la calidad; sin embargo, hay una diferencia que es que se define a través de la afectividad como categoría política en la que se gestiona el malestar y se estetiza la herida.

Corvalán plantea, en sus propias palabas, una curaduría sin gorra’: una práctica desjerarquizada, ‘situada’, en la que ella como ‘curadora en jefe’ no ordena sino que acompaña. Su comunidad afectiva supone ser ‘un espacio de cuidado mutuo, donde lo personal es político y el afecto es el pegamento que une’. Pero ese afecto, lejos de ser neutro, funciona como dispositivo de legitimación: habilita accesos, produce vínculos, distribuye visibilidad. Y en esa circulación, aparecen los límites materiales y simbólicos de la propuesta. Porque para habitar esa comunidad, hay que hablar su lengua afectiva, tener los códigos, manejar el tono. La pertenencia ya no se juega en el currículum, sino en la sensibilidad. Y como toda sensibilidad, también tiene su regimen y quien controla el regimen. Quien se anima a desafiar el regimen ‘del amor y la sensibilidad’ sin ser demonizado. Lo digo por experiencia. La reaccion ante ese desafio al orden traumatologico y victimologico Corvalanesco es violento. Lo digo, tambien por experiencia. 

El Pastoralismo de la Curadora ‘Sin Gorra’

Aquí es donde resulta útil la noción de pastoralismo que Michel Foucault desarrolla en sus clases sobre la gubernamentalidad. A diferencia del poder soberano, el poder pastoral no se ejerce sobre un territorio o una ley, sino sobre el alma. El pastor —figura originaria del cristianismo— guía, cuida y vela por cada individuo, conoce sus pensamientos, lo acompaña, pero también lo normaliza. No impone, persuade. No castiga, redime. Es un poder que se ejerce como amor, pero funciona como control. ¿No es eso lo que vemos en el despliegue afectivo de las curadurías contemporáneas? ¿No es la comunidad afectiva un rebaño emocional que necesita del cuidado constante de quien sabe guiar?

Hay algo pastoral en esta lógica: una guía que acompaña a su comunidad con ternura, sin látigo pero con horizonte. Corvalán misma lo asume cuando invoca el amor como forma de organización, la escucha como forma de producción y la complicidad como criterio curatorial. La figura del campamento —recurrente en sus proyectos— remite a una comunidad itinerante, solidaria, autosustentada, con resonancias tanto místicas como militantes. No es difícil leer allí un desplazamiento del discurso político hacia una estética del culto: un espacio de iniciación afectiva, con sus ritos, sus palabras clave, sus cuerpos elegidos. Y en todo culto hay jefes. Tiene que haberlo. ¿Qué tan lejos está esta comunidad de una forma de fe?

El campamento remite a una comunidad solidaria, con resonancias místicas; una estética del culto. Y en todo culto, hay jefes y reglas.

Porque hay en este modelo una confianza absoluta en la transformación ética a través del arte. El cambio, se dice, vendrá de la escucha, de la amistad, del deseo compartido. Pero ese cambio rara vez es material. Eso es uan declaracion de deseo que mientras tanto se capitaliza de manera capitalista o estatalist y la encuentra a Kekena como sacerdotiza. Distribuye ella las ganancias en el grupo? Requiere tiempo, requiere recursos, requiere movilidad, requiere disponibilidad emocional. ¿Quién puede pagarse un viaje a un campamento artístico en otra provincia o en Barcelona, como propone la última convocatoria? ¿Quién puede dedicarse a la afectividad como praxis política sin tener resueltos los mínimos requerimientos materiales? La comunidad afectiva, en su práctica, tiene límites sociales de clase, de tiempo, de estabilidad emocional. Y esos límites rara vez se enuncian. Cómo funciona la comunidad de Kekena con aquellos marginaless dentro de la comunidad pero no me refiero a los que encajan en su definición de marginal sino, por ejemplo, en los que no estan de acuerdo con su feminismo, no tienen los recursos o simplemente, no reconocen la autoridad del conjunto Ateniense de Amazonas que parece plantear. 

Una Horizontalidad Necesariamente Vertical

Esa es la paradoja: una política que se dice horizontal, pero que exige condiciones que no están al alcance de todxs. Una organización que dice desjerarquizar, pero cuya arquitectura gira en torno a una figura central, carismática, organizadora. Una red que invoca la inclusión total —“una convocatoria con todas mis amigas”—, pero que enuncia la inclusión desde el afecto que, tarde o temprano, se institucionaliza; no desde la apertura  real. Y que al mismo tiempo se vincula activamente con el Estado —el CCK, museos provinciales, universidades públicas— como plataforma de visibilización y financiamiento. Esto plantea no problemas sino dilemas eticos y mueve la cuestion del culto, la fe y la militancia al ambito de la moral. ¿Cómo se concilia esa supuesta autonomía horizontal con una estructura de legitimación estatal vertical?

Más aún: ¿por qué tanta insistencia en el museo como espacio de consagración si el museo es, por definición, una institución patriarcal, colonial, centralista? ¿Por qué tantas energías puestas en entrar a la institución que se dice querer desarmar? Porque no darle la espalda (como hago yo) y ya. Corvalán ha denunciado con lucidez los mecanismos de exclusión del museo moderno, pero su práctica se mueve, una y otra vez, en el interior de sus salas. Eso es performance autenticidad via hipocresía. Entiendo que el museo y la institucion se transformen desde adentro, pero también ese intento de transformacion es incorporado por el sistema y potencia los mecanismos de autoperpetuacion. El archivo, el catálogo, la curaduría misma como forma: ¿no son también tecnologías de orden, de filtro, de canon?

Womanhouse de Chicago y Shapiro versus Kekena Corvalán y el Deseo Gerenciado

A diferencia de experiencias como Womanhouse —el histórico proyecto feminista de la segunda ola organizado en 1972 por Judy Chicago y Miriam Schapiro junto a sus estudiantes del California Institute of the Arts, donde una casa abandonada fue intervenida por mujeres artistas como espacio de producción colectiva, crítica al orden doméstico y pedagogía horizontal—, la curaduría afectiva no rompe con la institución, sino que la habita amorosamente. Womanhouse ponía en escena el deseo en su dimensión incómoda, grotesca, incluso violenta. Mientras las feministas de los 70 armaban casas paralelas al museo, Corvalán tiende mantas dentro del museo para que podamos sentarnos a hablar del deseo. Y en ese gesto, lo político deviene amable, lo conflictivo se vuelve comunidad, y la tensión se reemplaza por consenso afectivo.

Kekena Corbalán como muchas artistas y curadoras feministas argentinas hablan del deseo, sin cesar. ¿Qué significa esto? ¿Qué lugar tiene en esta comunidad? No el deseo como falta estructural, como interrupción, como fuerza pulsional, sino el deseo como principio ético y de alianza. En la práctica de Corvalán, el deseo se define como orientación común, como motor colectivo de construcción, como afecto compartido. Es el combustible del hacer en común, lo que une a quienes se sienten parte de la comunidad afectiva. Pero justamente por eso, ese deseo es profundamente gobernable: puede organizarse, curarse, gestionarse. Es deseo por armonia gerenciada. No hay armonía ni siquiera éxtasis. 

Aquí la diferencia con Lacan es radical. Para Lacan, el deseo no es nunca reconciliación. Es falta, es síntoma, es desajuste. Y más allá del deseo está el goce (jouissance): ese resto traumático, pulsional, irreductible, que no se puede simbolizar ni compartir sin dolor. El goce no une, rompe. No forma comunidad, la incomoda. Es lo que en la política afectiva contemporánea queda fuera de campo. Por eso muchas de las gramáticas políticas actuales —incluyendo las curadurías afectivas— pueden trabajar con el deseo, pero no con el goce. Porque el goce no se deja narrar, ni cuidar, ni consensuar.

El goce no une, rompe. No forma comunidad, la incomoda. Es lo que en la política afectiva de Kekena Corvalán queda fuera de campo.

En la ‘comunidad afectiva’ de Kekena Corbalán, el deseo es domesticado. El deseo de Corvalán debe hablar suave, debe escuchar, debe compartir, debe cuidar. Es auto-regulado. Nada es más neo-liberal que eso. Ojo con salirte de la línea. Pero el deseo como jouissance, como desborde, como odio, como trauma, no tiene lugar en su proyecto. Y sin goce, lo político pierde su punta cortante.

La política del afecto que plantea no es en sí misma un problema. El problema aparece cuando se la convierte en horizonte único. Cuando se cree que la herida puede ser administrada solo con ‘empatía’. De quién y a quién? Cuando se naturaliza que los vínculos sustituyan a las estructuras. Cuando se organiza la visibilidad cultural desde la sensibilidad compartida, sin asumir las condiciones materiales que la vuelven posible todo se vuelve bizarramente transaccional. 

La comunidad afectiva de Corvalán ha generado espacios fundamentales para artistas excluidxs del canon. Pero plantea una pregunta que no puede evitarse: ¿cuánto de ese modelo es también una forma eficaz de gobierno neoliberal, donde el trauma se vuelve capital, el afecto se convierte en herramienta de gestión, y el deseo es desplazado por la pertenencia?

9 respuestas a “El afecto como forma de gobierno: Kekena Corvalán y la administración curatorial como ‘empatía’ de la ‘herida’ femenina estetizada”

  1. pedro hernández

    Todo ello es absolutamente anti-artístico, con independencia o no lo que pudiéramos pensar de tal concepto. Siempre he creido que se trata de un acto individual exclusivamente pues condena irremisiblemente a la incertidumbre, la marginación y al fracaso, aunque sea comercial, en una inmensa mayoría estadística de casos. Por poner un ejemplo multitudianario hoy en día: Caravaggio, para mí el artsta más admirado en nuestros días, fué rescatado, para nuestros días, por una exposición-escasa- de Roberto Longhi, famosísima, en Milán en , tan solo, el año 1951. Por tanto cualquier propuesta comunitaria basada en el amor o no, simplemente con un «coequipier» están destinadas irremesiblemente al fracaso más absoluto, como todo lo demás. En otro orden de cosas entiendo que si te quieres ir de viaje con tus amigas, sin otra alternativa

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  2. Pobre feminidad… La verdad es que las que se apunten a esa historia son un rebanyo de obejas… El miedo se esta apoderando de todo… El sobrevivir se proclama como el unico objetivo… El pensar aparece como una herramienta inutil… y el «no corras que es peor» se agudece cada dia mas como un cancer sin limites…

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  3. pedro hernández

    Todo ello es absolutamente anti-artístico, con independencia o no lo que pudiéramos pensar de tal concepto. Siempre he creido que se trata de un acto individual exclusivamente pues condena irremisiblemente a la incertidumbre, la marginación y al fracaso, aunque sea comercial, en una inmensa mayoría estadística de casos. Por poner un ejemplo multitudianario hoy en día: Caravaggio, para mí el artsta más admirado en nuestros días, fué rescatado, para nuestros días, por una exposición-escasa- de Roberto Longhi, famosísima, en Milán en , tan solo, el año 1951. Por tanto cualquier propuesta comunitaria basada en el amor o no, simplemente con un «coequipier» están destinadas irremesiblemente al fracaso más absoluto, como todo lo demás. En otro orden de cosas entiendo que si te quieres ir de viaje con tus amigas, sin otra alternativa que un calentón, pués, si te lo puedes permitir, vale. Si ese viajecito pretendes que lo pague el contrivuyente en aras de la salud mental de la nación, la cosa comienza a flojear. Pero si, por otra parte,es en aras del reforzamiento artístico de la nación Argentina, entonces es asunto se trata simplemente de una estafa. Debo asumir mi cobardía al decirte que personalmente no me atrevería a ir con esa señora a ningún lado, por tanto, hay que dar el mérito, y el valor, de las amigas que de forma voluntaria-sin mandato judicial-viajan a Barcelona.

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  4. pedro hernández

    Debo añadir, a todo lo anterior, demasiado extenso. que no me parece bien que esta señora sea una falsificación-ingrata-de Gertrude Stein. En términos judiciales añadiría alevosía a la culpavilidad.

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  5. pedro hernández

    Perdón: culpabilidad

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  6. Sho tambien perdon: Ovejas con orejas con lentejas… El robot de mi telefono se amotina…

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  7. Pedro, lo que decís del amor es tal cual. Es una palabra que viene de la psiquiatría norteamericana de la posguerra y se adapta al neoliberalismo como forma de autocontrol. Lo increíble es como el feminismo lo incorpora y ahora lo transforman en culto a la personalidad en el mundo del arte argentino. Además, recordá que en la Argentina hay una tradición de psicoanálisis directamente vinculada con el elitismo antiperonista permitido por los gobiernos dictatoriales. La continuación de la confesión cristiana pero en vertiente afrancesada.

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  8. Este fenómeno es propio de muchos círculos y movidas del feminismo de clase media arribista, que se pretende político pero en el fondo (y no tan en el fondo) lo que desea es llegar a aquéllos espacios que reclaman en nombre del colectivo de las mujeres y LGBTI+, pero que en realidad quieren para sí mismas y «sus amigas». Esto es evidente en el uso selectivo de los pronombres neutros o inclusivos, y en la alternancia entre un discurso autovictimizante y otro autoempoderante según les conviene. Y cuando «llegan» no incluyen a esxs que no son «sus amigas». Sólo ellas son las víctimas, las excluídas, las desamparadas: ¿Dónde está su esfuerzo por incluír a artistas viejxs no reconocidxs, o trabajadorxs sexuales, o villerxs, o indígenas, o residentes de otras provincias que no sean Buenos Aires? Da charlas sobre arte y salud, pero ¿Le dá lugar a artistas con discapacidad, que están hospitalizadas, internadas en neuropsiquiátricos??
    En fin, al final siempre quienes llegan son las mismas personas privilegiadas de siempre, que sienten que no son parte, pero tampoco crean espacios alternativos, porque lo que realmente desean es entrar en las instituciones, y ni siquiera a las provinciales o municipales, no quieren acercar el arte al «pueblo», sueñan sólo con el CCK, el Palais de Glacé, el Bellas Artes, el Recoleta, Arte BA, el MALBA, al que sólo acceden unas pocas personas. Quieren que las minorías privilegiadas compartan sus privilegios, pero no aspiran a que las grandes mayorías que quedan por fuera del disfrute de la cultura accedan. No promueven eso, y cuando llegan no miran atrás ni abajo, sólo hacia los costados donde están «las amigas»…

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  9. Y en cuanto al centramiento del amor: todos estos movimientos semi-artísticos vienen de la mano de un progresismo muy, muy tibio que es el que nos ha traído hasta cá a nivel político. Estos discursos quedan relegados a sus espacios de clase media o media-alta de los lugares más o menos privilegiados de CABA, no circulan en los lugares donde más se necesita y no les interesa hacer eso que ellas llaman «bajar a territorio».
    Es por esto que MILEI y compañía fueron capaces de fabricarse una fachada pseudo punk, de hablar de anarquía, de proclamarse antiestado: hablan de que «lo personal es político» hasta el hartazgo, ¿Y lo colectivo qué? Construyeron de la mano del Estado que se proclamaba garante de los derechos humanos, ¿Dónde quedó el arte de denuncia, del grito, de la destrucción del status que, de la lucha de clases? El amor se comió al punk, a la transgresión, a la incomodidad, sólo quedó el afecto acrítico, alienado de la realidad…Ahora perciben la debacle porque las afecta, antes no reparaban en la miseria ajena, solamente ellas eran las miserables…En vez de reclamar que devuelvan el oro, se van de visita a pasear por la riqueza construída sobre el genocidio, como si tal cosa…Y creen que eso es justicia social…Está gente claramente las protestas del 2001 las vió por la tele, pero se comportan como si supieran hacer un miguelito…

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