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La serie The Tinellis (título original: Los Tinelli), lanzada con bombos y platillos en enero de 2025 por Amazon Prime Video, terminó de sepultar la carrera de Marcelo Tinelli. A sus 64 años, el conductor no supo adaptarse al clima político y cultural que marcó la transición entre 2025 y 2026. Lejos de renovar su imagen, quedó atrapado en su propio personaje.

Con una calificación de 2.7/10 en IMDb y 3.3/10 en JustWatch, la serie se posiciona como una de las producciones argentinas peor rankeadas de la plataforma. El programa, un docu-reality que sigue a Tinelli y su familia durante unas vacaciones en Punta del Este, fue duramente criticado por su superficialidad y por la puesta en escena de conflictos familiares que no parecían reales, sino guionados.

El dualismo Tinelli: decir una cosa, mostrar otra

La narrativa falló por múltiples razones, pero una destaca: el “dualismo” de Tinelli. Mientras el conductor se presentaba como padre protector, sus hijas reproducían sin filtro discursos racistas y clasistas hacia su pareja, la modelo y actriz peruana Milett Figueroa, 32 años menor. A Milett se la tildaba de “gold digger” o “menos inteligente”, en una escena que oscilaba entre el bullying encubierto y la xenofobia decorada como humor familiar.

Mientras Tinelli se presentaba como padre protector, sus hijas reproducían sin filtro discursos racistas y clasistas hacia su pareja, la modelo y actriz peruana Milett Figueroa, 32 años menor.

El racismo no era incidental: estaba integrado al guion. Y como ocurre con frecuencia en la argentina, el racismo aparece codificado como deseo. El Caribe, en este caso, no es una región, sino una fantasía: cuerpos ardientes, acentos “sabrosos”, sexualidad exuberante y amenaza implícita. Todo eso condensado en la figura de Milett y en las mujeres racializadas que aparecían de fondo como parte del decorado exótico del programa.

El racismo sexualizante como cultura nacional 

En Buenos Aires, la caribeñidad (peruanidad, en este caso) se representa a través de una narrativa colonial: calor, ritmo, carne. Ese vocabulario organiza un mapa de dominación donde el otro puede ser deseado, pero no escuchado; invitado, pero no integrado; incluido como fetiche, pero excluido como par.

En Buenos Aires, la caribeñidad (peruanidad, en este caso) se representa a través de una narrativa colonial: calor, ritmo, carne. Ese vocabulario organiza un mapa de dominación donde el otro puede ser deseado, pero no escuchado.

Frantz Fanon lo analizó con precisión en Piel negra, máscaras blancas: el sujeto racializado no es reconocido por lo que hace, sino por lo que despierta en el deseo del blanco. No es sujeto: es síntoma. Y en este caso, ese síntoma se activa incluso cuando la migración caribeña, como la venezolana en Buenos Aires, está compuesta en gran parte por personas con formación universitaria, capital simbólico y trayectoria profesional. Pero nada de eso pesa cuando el cuerpo funciona como disparador de deseo o como amenaza de herencia.

En The Tinellis, el sujeto racializado no es reconocido por lo que hace, sino por lo que despierta en el deseo del ‘blanco’. No es sujeto: es síntoma

El problema no es el deseo. El problema es el deseo sin igualdad: ese que erotiza la jerarquía, que necesita que el otro esté debajo para excitarse. Un deseo que se transforma en violencia simbólica, en cancelación afectiva, en castigo.

Esta estructura no es ajena a otras operaciones que vimos en estos días, como el intento de Viviana Canosa de demonizar a figuras como Lizy Tagliani desde un lugar de pánico moral. Pero hay una diferencia. El clima político que habilita estas narrativas—impulsado por Javier Milei desde Davos—parece haber llegado a un límite. La operación de odio no cuaja. El monstruo sexual no prende. La escena se desarma. Y eso es un problema para un gobierno que necesita constantemente nuevos chivos expiatorios.

Milei tiene un problema porque el fantasma del monstruo (homo)sexual no prende y el del inmigrante demoníaco tampoco. Entonces arman una escena nazi de blancos y negros.

Decadencia blanca, centro en ruinas

La ciudad que aún se cree blanca, europea e ilustrada repite estos dispositivos coloniales con cinismo. Pero ya no funcionan. La maquinaria simbólica se traba. Y en ese atasco, emerge algo más crudo: el sustrato nazi del que tanto se habló, y que tanto costó reconocer, se vuelve visible.

The Tinellis no fracasó porque fue superficial. Fracasó porque intentó sostener una estructura de dominación cultural a través del entretenimiento. Y porque ya nadie, o casi nadie, quiere seguir aplaudiendo desde ese lugar.

In English:

Argentine Racism, Desire, and Decay in Reality-TV Format

The series The Tinellis (original title: Los Tinelli), launched with fanfare in January 2025 on Amazon Prime Video, effectively buried Marcelo Tinelli’s career. At 64, the host failed to adapt to the political and cultural climate that defined the transition between 2025 and 2026. Rather than renewing his image, he became trapped in his own caricature.

With a rating of 2.7/10 on IMDb and 3.3/10 on JustWatch, the series ranks among the worst-rated Argentine productions on the platform. The show, a reality series following Tinelli and his family on vacation in Punta del Este (in a mansion presented as his own), was harshly criticized for its superficiality and its staging of family conflicts that felt scripted rather than authentic. Viewers weren’t witnessing intimacy—they were witnessing a forced performance of intimacy.

The Tinelli Dualism: Saying One Thing, Showing Another

The narrative failed on many levels, but one stood out: Tinelli’s dualism. While presenting himself as a protective father, his daughters—especially Cande Tinelli—delivered unfiltered racist and classist remarks about his partner, Peruvian actress and model Milett Figueroa, 32 years his junior. She was called a “gold digger,” “less intelligent,” and other dismissive epithets. The troubling part is that this wasn’t incidental—it was built into the show’s storyline.

As often happens in Argentine television, racism is coded as desire. The Caribbean isn’t presented as a region, but as a fantasy: hot bodies, “tasty” accents, exuberant sexuality, and implicit threat. Milett, and the racialized women in the background, functioned as exotic décor—objects of desire and exclusion at once.

As often happens in Argentine television, racism is coded as desire. The Caribbean isn’t presented as a region, but as a fantasy: hot bodies, “tasty” accents, exuberant sexuality, and implicit threat

Sexualized Racism: A Structure, Not an Exception

In Buenos Aires, Caribbeanness is represented through a colonial narrative: heat, rhythm, flesh. That vocabulary isn’t neutral. It organizes a map of domination in which the other may be desired, but not heard; invited, but not included; fetishized, but not treated as an equal.

Frantz Fanon captured this dynamic with piercing clarity in Black Skin, White Masks: the racialized subject is not recognized for what they do or think, but for what they provoke. They are not subjects—they are symptoms. And this dynamic holds true even when Caribbean migrants in Buenos Aires are educated, professionally trained, and culturally sophisticated. Their symbolic capital is erased the moment their body triggers desire or fear.

Frantz Fanon in Black Skin, White Masks said: ‘the racialized subject is not recognized for what they do or think, but for what they provoke. They are not subjects—they are symptoms’

The problem isn’t desire. The problem is desire without equality—desire that eroticizes hierarchy, that is only aroused when the other is beneath. This isn’t romantic. It’s dominative. It’s violence disguised as attraction. It’s not intimacy—it’s bondage.

Tinelli, Canosa, Tagliani: The Crisis of the Scapegoat

This structure isn’t isolated. It reappears in recent media spectacles, like Viviana Canosa’s attempt to demonize Lizy Tagliani through a moral panic veiled as journalism. But there’s a difference: in the current climate, fueled by Milei’s post-Davos declarations, these hate-driven strategies are beginning to collapse under their own weight. The scapegoat no longer sticks. The sexual monster no longer frightens. The stage is breaking. And for a government that depends on scapegoats, that’s a real problem.

White Decay, Center in Ruins

A city that still sees itself as white, European, and enlightened keeps recycling these colonial mechanisms with a straight face. But they’re no longer working. The symbolic machinery is stalling. And in that breakdown, something raw emerges: the Nazi residue so often mentioned and so long denied is now exposed.

The Tinellis didn’t fail because it was shallow. It failed because it tried to sustain a structure of cultural domination through entertainment—and fewer and fewer people are willing to keep clapping from that seat.

2 respuestas a “Tinelli, Canosa, Tagliani & la crisis del chivo expiatorio (sp) Argentine Racism and Desire in Reality-TV Format (eng)”

  1. Bue… quizas serial major que sacaran musculoskeletal para que los contravention en una series de Marvel: La que se convierte en negra y desaparece en la noche; la que adora escupiendo fuego; la que te chupa el plasma cuando duermes; el que todo lo que toca lo convierte en mierda…

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  2. Rodrigo, ahi te envie un email… no se si lo veras…

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