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Lizy Tagliani: El lugar imposible de la mujer trans que logra pertenecer

En enero de 2025, Viviana Canosa, desde su programa de televisión abierta, acusó sin pruebas a Lizy Tagliani de estar vinculada a redes de trata y abuso infantil. Lo hizo en horario central, con tono grave y certeza performativa, como si estuviera revelando una verdad incómoda y oculta. El ataque no fue casual: apuntó a una de las figuras más queridas y visibles de la televisión argentina, una mujer trans que, lejos de representar una amenaza, encarna para muchos una forma de ternura y cercanía. El crimen, para Canosa, no fue un acto: fue una identidad. Canosa representa lo opuesto. 

El ataque de Viviana Canosa no fue casual: apuntó a una de las figuras más queridas y visibles de la televisión argentina, una mujer trans que, lejos de representar una amenaza, encarna una forma de ternura.

Lo que estaba en juego en esa acusación no era una denuncia judicial, sino una operación simbólica: expulsar a Lizy del lugar de pertenencia que había ganado dentro del imaginario afectivo nacional. La cuestión era política o bien como parte de la agenda cultural del gobierno o surgió del clima generado por este gobierno y propiciado por la era de las políticas de identidad que la precedieron. Tagliani se transformó en enemigo por haber sido aceptada, por haber pasado de “marginal” a “entrañable”. Canosa no atacó una fragilidad: castigó un éxito pero un éxito muy particular. 

En Inglaterra, la concepción biologicista acaba de imponerse tras que la autora de Harry Potter y otras autoras como Jane Harris y Amanda Craig insistieran durante casi una década en que se es mujer por tener vagina. En Inglaterra, el establishment de la literatura transformó esto en una especie de casta (como la cultura que la contiene). Ese feminismo liberal, que en la Argentina representaría Viviana Canosa es una trinchera desde la cual vigilar, excluir y corregir cualquier disidencia que no se ajuste a su concepción esencialista de la feminidad es mandato. Lo hacen desde el ‘prestigio’, desde la palabra publicada, desde los círculos literarios o mediáticos (en el caso argentino) que se presentan como inclusivos mientras restringen la voz de quienes no nacieron con la marca biológica correcta.

El feminismo liberal/libertario, que en la Argentina representaría Viviana Canosa es una trinchera desde la cual vigilar, excluir y corregir cualquier disidencia que no se ajuste a su concepción esencialista de la feminidad. Lo hacen desde el ‘prestigio’, desde la palabra publicada o mediática (en el caso argentino).

La decisión reciente del Tribunal Supremo británico de negar a las mujeres trans el reconocimiento legal de su condición de mujeres marca un hito regresivo en un clima cultural profundamente reactivo, de vigilancia, criminizalizacion y silenciamiento.

Harris, por ejemplo, ha sido celebrada por su novela Sugar Money, en la que adopta la voz en primera persona de un esclavizado en el siglo XVIII. A pesar de recibir elogios de la crítica británica—entre ellos, del Guardian y de The Sunday Times—la novela fue objeto de fuertes críticas por parte de intelectuales afrocaribeños, que denunciaron el gesto como un acto de apropiación narrativa encubierto en corrección política. Alguien que escribe desde la voz de un esclavo no puede luego cerrar filas contra mujeres trans sin revelar las fisuras estructurales de su ética escritural.

Amanda Craig, por su parte, publicó The Three Graces, una novela celebrada por su supuesta agudeza al retratar la vejez femenina, pero que no solo reproduce clichés sobre los italianos como sujetos inferiores o temperamentales, sino que ha tomado posición abiertamente en contra del reconocimiento de las mujeres trans como mujeres. Craig, crítica literaria y figura del círculo de escritoras del Times, bloquea, cancela y ridiculiza a quienes disienten de su visión esencialista de la feminidad, al tiempo que recibe elogios por su supuesta defensa de la diversidad. Su literatura, como su política, está atravesada por un humanismo decorativo que margina bajo la forma de la cortesía.

Amanda Craig, crítica literaria y figura del círculo de escritoras del Times, bloquea, cancela y ridiculiza a quienes disienten de su visión esencialista de la feminidad, al tiempo que recibe elogios por su supuesta defensa de la diversidad

La violencia simbólica que estas autoras ejercen tiene una genealogía más profunda y el problema radica en lo performativo no del genero sino de quien es el que designa qué. Quién tiene el poder de nombrar? Como plantea Peggy Phelan en su lectura de Paris Is Burning, toda identidad es performativa, toda categoría es citacional. Pero cuando la performance se vuelve demasiado efectiva, demasiado deseable o demasiado visible, sobreviene el castigo. Lo que molesta no es el “exceso” sino el éxito de la performance. Y ese es el caso de Lizy Tagliani.

Lo que molesta no es el “exceso” sino el éxito de la performance. Y ese es el caso de Lizy Tagliani.

Cuando Canosa la acusa, no está atacando una performance frágil: está castigando el hecho de que Lizy haya logrado ser percibida socialmente como una mujer legítima, visible y querida. O, mejor dicho, como dicen en teatro, Lizy logró ‘suspender el descreimiento’.  Ese es su “éxito”: haber alcanzado una forma de “realness” femenina dentro del imaginario popular argentino, desde un lugar disidente pero afectivamente admitido. Esa contradicción es, hoy, intolerable en la Trumpiana argentina. De todos modos, le comunico a Canosa que está del lado equivocado de la historia. 

Conductora, humorista, anfitriona televisiva y mediadora emocional, Lizy logró inscribirse en el campo simbólico de lo familiar y lo respetable sin ocultar su identidad de mujer trans ni hacer tantas concesiones como Flor de la V que tuvo que escenificar un abrazo de la Iglesia Católica que tanto daño hizo a su propio colectivo o tener ‘in vitro’ hijos arios, negando sus raíces ‘marrones’. El precio pagado por Flor de la V es su desaparición como lo que era. La suya no fue una performance de ‘realness’ sino una ‘autoinmolación’.. Y eso, para ciertos sectores del periodismo y de la televisión—históricamente misóginos y transfóbicos—es el precio que debía pagar. Lizy Tagliani apareció en otro momento y manejo al publico con otro carisma. Mientras Flor de la V siempre fue vista como una usurpadora asimilada, en Tagliani hay algo disidente. 

Lizy Tagliani logró inscribirse en el campo simbólico de lo familiar y lo respetable sin ocultar su identidad de mujer trans ni hacer tantas concesiones como Flor de la V.

El rechazo de Canosa (Rawling, Harris y Craig) hacia las mujeres trans no se limita a una postura “biologicista” sobre el sexo: en el fondo, es una defensa del privilegio de nombrar y de escribir sobre el mundo sin que ese acto sea interrogado. Es una defensa del nombre propio, de la autoridad escritural, del lugar de enunciación protegido. Lo de Canosa fue burdo y seguramente protegido judicialmente y estatalmente porque no puede ser tan idiota ya que lo que se le puede venir es un juicio por daños que debería dejarla en la calle. El caso de Jane Harris como Amanda Craig en UK es más sutil y estructural:  escriben sobre otras identidades desde una posición de supuesto universalismo blanco y femenino, sin problematizar su propia implicación en las relaciones de poder que estructuran la representación. Neo-colonalizan. 

El rechazo de Canosa (Rawling, Harris y Craig) hacia las mujeres trans no se limita a una postura “biologicista” sobre el sexo: en el fondo, es una defensa del privilegio de nombrar y de escribir sobre el mundo sin que ese acto sea interrogado.

Es el mismo gesto que critican bell hooks y Jackie Goldsby en Paris Is Burning: Jennie Livingston, como directora blanca, filma una cultura queer racializada desde afuera, sin implicarse subjetivamente. Del mismo modo, Harris y Craig se benefician del acto de apropiación —ya sea adoptando la voz de una mujer esclavizada (en el caso de Harris) o reproduciendo estereotipos racistas sobre italianos (como hace Craig en The Three Graces)— pero sin abrir ese acto a una crítica del lugar desde el cual escriben. Representan sin exponerse. Nombran sin ser nombradas. Los programas de panelistas en la Argentina usan el condicional o tratan de dar un golpe de efecto para lograr atención y rating pero, en el camino, se involucran en un debate que las supera. Canosa incluso intentó la estrategia de hacerse la ofendida. 

Por eso les incomodan las mujeres trans que escriben, opinan o intervienen públicamente: porque no son objetos de representación, sino sujetos de discurso. Porque desestabilizan esa división entre quien tiene el derecho a hablar (ellas) y quien debe ser narrado. La mujer trans que escribe o que es amada por el publico no es la caricatura que ellas quieren que sea: es competencia real. 

The Trans Woman Who Pleases Too Much: The Impossible Place of the Accepted Trans Woman

In January 2025, Viviana Canosa, during her primetime television program, publicly and baselessly accused Lizy Tagliani of being involved in child abuse and trafficking networks. She did so with grave tone and performative certainty, as if revealing some uncomfortable and hidden truth. The attack was far from accidental: it targeted one of the most beloved and visible figures of Argentine television, a trans woman who, far from posing any threat, represents for many a source of tenderness and warmth. The crime, for Canosa, was not an act—it was an identity. Canosa stands for the opposite of everything Lizy embodies.

This was not a legal accusation—it was a symbolic operation: to expel Lizy from the space of belonging she had earned in the national affective imagination. The attack was either part of the government’s broader cultural agenda or a symptom of the climate it fostered, built on years of identity politics. Tagliani became an enemy not for what she did, but for what she had achieved: she had been accepted, moving from “marginal” to “beloved.” Canosa didn’t attack a weakness—she punished a very specific kind of success.

In England, the biologicist conception of womanhood has just triumphed, after years of public insistence from the author of Harry Potter and others—such as Jane Harris and Amanda Craig—that “being a woman” depends on having a vagina

In England, the biologicist conception of womanhood has just triumphed, after years of public insistence from the author of Harry Potter and others—such as Jane Harris and Amanda Craig—that “being a woman” depends on having a vagina. In the UK, the literary establishment has transformed this discourse into a sort of caste system—mirroring the culture that upholds it. This form of liberal feminism, which in Argentina is embodied by figures like Canosa, has become a trench from which to monitor, exclude, and correct any dissent that refuses to fit into their essentialist understanding of womanhood. They speak from prestige, from publication, from literary or media circles (in Argentina’s case), which present themselves as inclusive while systematically restricting the voices of those not born with the “correct” biological mark.

This form of liberal feminism speaks from prestige presented as inclusive while restricting the voices of those not born with the “correct” biological mark.

The recent ruling by the UK Supreme Court denying legal recognition to trans women as women represents a major regression in a cultural climate marked by surveillance, criminalization, and silencing.

Jane Harris, for instance, has been widely praised for her novel Sugar Money, written from the first-person perspective of an enslaved man in the 18th century. Though lauded by British critics—including The Guardian and The Sunday Times—the book faced harsh criticism from Afro-Caribbean intellectuals, who saw it as a politically correct but ultimately appropriative narrative gesture. A writer who speaks in the voice of a slave cannot, without contradiction, turn around and exclude trans women without revealing the structural fissures of her ethical posture.

Amanda Craig, meanwhile, published The Three Graces, a novel celebrated for its supposed insight into aging women, but which reproduces stereotypes of Italians as inferior or overly emotional. She has openly opposed recognizing trans women as women. A literary critic and prominent figure in the Times’ circle of writers, Craig blocks, cancels, and ridicules those who challenge her essentialist views on femininity—while continuing to be praised for her supposed commitment to diversity. Her literature, like her politics, is grounded in a decorative humanism that excludes under the guise of civility.

The symbolic violence these authors exert has a deeper genealogy. The real issue is not gender as performance, but who holds the power to designate, to name. As Peggy Phelan argues in her reading of Paris Is Burning, all identity is performative, all categories are citational. But when a performance becomes too effective, too desirable, too visible—it is punished. What troubles these figures is not excess, but the success of the performance. And that is Lizy Tagliani’s case.

As Peggy Phelan argues in her reading of Paris Is Burning, all identity is performative, all categories are citational. But when a performance becomes too effective, too desirable, too visible—it is punished.

When Canosa accuses her, she is not targeting a fragile performance—she is punishing the fact that Lizy has been socially perceived as a legitimate, visible, and beloved woman. Or, to use a theatre expression, Lizy succeeded in “suspending disbelief.” That is her success: achieving a form of feminine realness within the popular Argentine imagination, from a dissonant but affectively accepted position. That contradiction is intolerable in Milei’s Trumpian Argentina. Still, one might tell Canosa: you are on the wrong side of history.

As a host, comedian, television personality, and emotional anchor, Lizy earned a place in the symbolic sphere of respectability and familiarity—without hiding her trans identity or making the kind of concessions that Flor de la V had to, such as embracing the Catholic Church that has historically harmed her community, or having “in vitro” Aryan children to negate her own marrón roots. The price Flor paid was to disappear as who she was. Hers was not a performance of realness but an auto-immolation. And for many in Argentine media and journalism—long steeped in misogyny and transphobia—that was the price to pay. Lizy, by contrast, appeared in a different moment and managed the public with a different charisma. While Flor de la V was always seen as an assimilated usurper, Lizy retained something radically dissident.

The rejection of Canosa (like Rowling, Harris, and Craig) toward trans women is not just about “biological sex.” At its core, it is a defense of the power to name, of the authority to write the world without being questioned. It is a defense of the proper name, of scriptural authority, of an unchallenged place of enunciation. Canosa’s attack was crude—likely protected by legal and state systems—and suggests a level of impunity. She cannot possibly be that foolish. What she may be, though, is legally vulnerable: a civil lawsuit for damages could easily leave her destitute. The cases of Harris and Craig in the UK are more subtle, more structural: they write about other identities from a supposed universalist white and female position, without ever examining their own implication in the power relations that structure representation. They neo-

Jane Harris and Amanda Craig in the UK write about other identities from a supposed universalist white and female position, without ever examining their own implication in the power relations that structure representation. They neo-colonize.

This is the same gesture that bell hooks and Jackie Goldsby critique in Paris Is Burning: Jennie Livingston, a white director, films a racialized queer culture from the outside, without implicating herself. In the same way, Harris and Craig benefit from acts of appropriation—whether it’s writing in the voice of an enslaved woman (Harris) or reproducing racial stereotypes of Italians (Craig)—but never open their work to a critique of their own positionality. They represent without exposing themselves. They name without being named.

Panel shows in Argentina operate in a similar fashion: they use the conditional voice, throw explosive claims to grab attention and ratings, and in doing so entangle themselves in debates they do not fully grasp. Canosa even tried the classic strategy of playing the offended victim.

This is why trans women who write, speak, and intervene publicly are so troubling to them: because they are not objects of representation, but subjects of discourse. They disrupt the division between those who have the right to speak (like Canosa, Harris, Craig) and those who are only supposed to be narrated. The trans woman who writes—or who is beloved by the public—is not the caricature they wish her to be: she is real competition.

7 respuestas a “Una semana terrible para los trans argentinos y británicos: El lugar imposible de la mujer trans querida (sp) or ‘A terrible week for Argentine and British trans people: The impossible place of the beloved trans woman’ (eng)”

  1. […] si quiera una línea en basura. No pensaba hacerlo tampoco esta vez, pero me convenció la columna excelente del crítico cultural Rodrigo Cañete: tiene razón Cañete en suponer que […]

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  2. Yo respeto cualquier manifestación de género que pueda tener una persona lo que me parece que si nación con pene y testículos y alije actuar como mujer hablando mal y pronto en la sexual que hace poner su trasero pero que se lo claven, yo como hombre ya viejo no lo hubiera hecho nuca ni con una mujer ya que considero que el ano tiene otra función y si bien hay montones de enfermedades que se pueden transmitir por sexo convencional no justifico que se use como penetración un lugar donde salen los excrementos del animal en general, habra gente que ya nece con cierta inclinación, lo que me parece que en la mayoría de los casos fueron víctimas de la educación con un control a su entorno, su hay una chico de 15o más años y no se le ocurre por vergüenza o por temor al embarazo penetrar a un baroncito de 10 o 12 años que pase con ese chico? y no tendría- mos que considerar al otro como violador, depués refiriéndome al trans, supongo que por lo general tiene deseos de ocupar su pene cno se erecta nunca? o tiene interés en ponerlo en algún lado, en ese caso si toma a una menor no está cometiendo delito? Salgamos del sexo y vamos al crecimiento muscular es compatible en competencia muscula una mujer trans con una chica con femineidad de nacimiento, no creo que en ese caso resulten para condena, pero si me parece que hubo en la historia de países desarrollados donde hombres profesionales con mujeres e hijos se les dio por decidir ser trans y después competir en tenis con mujeres, Muscularmente está igual? en lo respiratorio su volumen interno de torax, yo diría que no es para marginarlos al contrario respetarlos como tal pero que compitan y se apareen con gente que se identifica como tal en su género elgido y no el nacido, la pobre G. Sabatini quien está con una mujer en pareja en Suiza, compitió y ganó legalmente con mujeres cundo se dice que quines la explotaban le ponían hormonas en cantidad, ganó mucho dinero, de todo smodos no tuvo una competencia desleal? Yo creo que nos quejamos que queremos detener la hormigas y pasan los elefantes. En el futbol o el boxeo simpre hubo un control de las subtancias que pudo tener cada participante, de que este caso particular de Tagliani, será una cuestión de mentira o verdad, cundo yo era niño había un hombre con profesión que invertía su buena ganancia en parte pagando a chicos para iniciarlos con la homosexualidad los padres ubicados ya nos advertían además se nota en sus modales que si los hacen como mujeres son mas exagerados que una verdadera mujer. Saliendo de tema con la droga pasa igual hay que e a quienes la consumen con el desastre que viven, pero el caso de Maradona por Ej. se dijo que era consumidor, ahora alguien lo interrogó para que dijera quien lo proveía. esto es igual que la prostitución de menores, acompañada de gente muy retorcida, que pretende hacer mas fuerza de lo normal con su pene y pagan locuras si le entregan una chica de 10o 12 años, quien hace algo si el participante es un potentado. Conozco el caso de la hija de un amigo que baila con un bailarín, que no puedo asegurar que resulte él, pero hubo un comentario que la chica estuvo de novia con alguien que llegó a decirle que si bien los pasaba bien con ella también sentía placer con un hombre, encima por comodidad usan otros medios que no resulte el preservativo, a esta chica la operaron de un cancer que le había tomado todos los órganos genitales ovarios trompas útero y lo que lo rodeaba, este caradura le pasó papiloma humano ella con menos de 30 años quedó condenada para toda su vida por un estafador, no tiene sentido porque la vacunación tembién tiene sus riesgos la Sra Critina planteaba vacunar a todas la adolescentes como solución contra el papiloma humano, no había presupuesto para tratamientos de otras enfermedades. Quizás resulte algún tipo de defensa natural. historiadores aseguran que la extinción egipcia vino porque era libre desde la niñes las practicas normales de sexo entre la chicada, llegaron a tal desgaste y deformación por hacerlo entre hermanos que perdieron la capacidad de reproducción normal. la evolución de las cosas no está precisamente en los adinerados o los que manejan mejor la ciencia, tuvimos que está en constante amenaza que perdamos la vida la mitad del mundo con lo atómico mientras el más rico esta tan loco que se autodenominó gobernador de marte y como tien en sus empresas el diseño de robot quiere matar los hobreros diciendo que si la empresa necesita que el personal trabaje las 24 horas del día que así lo haga, el hijo de un traficnate de marfil africano, quien frena esas locuras? Aquí estamos con un cuento creado para entretener a la gente como hizo el cuento el entrante que haría condenar y poner preso a los que robaron, que lo hicieron a 2 manos esto lo están haciendo a 4 manos, encima escribimos esto y no sabemos si quien los lee. está del lado de los que nos quieren salvados o aniquilados.

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  3. Desde Europa observo con irritada fascinación este último episodio de la industria argentina del chisme. De los cinco países en los que he vivido, solo en Argentina la industria televisiva tiene la capacidad de generar tanta audiencia —y, por lo tanto, tantos beneficios— a partir de polémicas vacías de este tipo.
    No sabía que el principal objetivo de la ira inventada de la Sra. Canosa era una persona trans, aunque evidentemente es coherente con sus opiniones políticas ultraconservadoras y, por lo tanto, no me sorprende en absoluto.
    Fue en Argentina donde entré en contacto por primera vez con mujeres trans y me impresionó la confianza y la seguridad en sí mismas que encontré. La experiencia me enriqueció y apoyo plenamente los derechos de las personas trans a la libre expresión y a no ser discriminadas.
    También estoy de acuerdo con la reciente sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido sobre la cuestión de la identidad sexual. En mi opinión, es un error que el movimiento trans intente desplazar el concepto de dimorfismo sexual humano de la realidad material del sexo biológico al concepto nebuloso de identidad de género. Como hombre heterosexual, reconozco que las mujeres trans, o incluso los hombres homosexuales más afeminados, forman parte del sexo masculino tanto como yo, con la misma validez. Es sobre esta línea, creo que el movimiento trans debería librar sus batallas.

    From Europe I observe this latest episode of Argentine gossip-mongering industry with irritated fascination. Of the five countries in which I have lived, only in Argentina does the television industry have the capacity to generate such considerable rating – and therefore profits – from vacuous polemics of this nature.
    I was not aware that the principal target of Ms Canosa’s fabricated ire was a trans person, although evidently it’s consistent with her ultraconservative political views, and therefore not at all a surprise.
    It was in Argentina that I first came into contact with trans women and was impressed by the confidence and assertiveness I encountered. I was enriched by the experience and I fully support trans rights of self-expression and freedom from discrimination.
    I also concur with the recent judgement of the UK Supreme Court on the question of sexual identity. In my view it is an error for the trans movement to attempt to shift the concept of human sexual dimorphism from the material reality of biological sex to the nebulous concept of gender identity. As a heterosexual male, I recognise that trans women, or for that matter the most effeminate homosexual man, are as much a part of the masculine sex as I am, with equal validity. It is along these lines that I would believe that the trans movement should fight its battles.

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  4. Corriendo peligro de sonar conspirativo pero esto es algo que ya esta circulando en los medios en la Argentina, todo lo que esta pasando por allá es un experimento (tipo ensayo) para aplicar como modelo (en principio en USA) donde los fallos de las cortes no se respetan generando caos. Fijate en YouTube como cambiaron la atención de la cuestión económica y de la represion y la pasaron nuevamente a la cuestión de la demonizacion de la minorías sexuales.

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  5. Todo lo tuyo es un poco cataratesco de diferentes cuestiones pero lo que tomo son algunas cosas con las que coincido. Creo que un transexual no puede competir de igual a igual con una mujer en una competencia deportiva pero eso no borra todo el resto del asunto. Pero después testan cuestiones ‘naturales’ como el hermafroditismo o el continuo en el ADN entre hombre y mujer que no es tan opuesto como se cree. De hecho en mi gimnasio se la pasan tomando testosterona para no se que y eso tiene que ver con variaciones durante la vida misma. Por lo cual ese tema tiene que ser tratado de manera muy cuidadosa que esta lejos no solo de la cuestión física y biológica sino del salto psicológico y peor, moral, que dio el presidente en Davos y Canosa y sus amigas tratan de instalar en Buenos Aires. El caso de las feministas liberales en England es otra cuestión mucho mas propia del sistema de castas ingles.

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  6. Mi curiosidad despertada por esta discusión, investigué la figura de Lizy Tagliani y encontré esta cita sobre el tema de su identidad y la Ley de Identidad de Género de Argentina de 2012:
    «Si me llamas Edgardo Luis, no me duele. Aprendí a respetar a los demás, pero déjame contar mi propia historia y vivir mi propia vida. Tú puedes verte como te ves, pero ¿tengo yo que verme como tú me ves? No, déjame decidirlo a mí. Vengo de una generación en la que me llamaban maricón con tetas. No tengo un documento de identidad femenino y no lo quiero. Cuando salí del armario, no quería ser un símbolo del logro de otra persona. Yo decido».
    Para mí, este sentimiento admirable e inspirador respalda mi propia experiencia personal con las mujeres trans argentinas y pone de relieve el dramático contraste con la crisis del activismo de género en el mundo anglosajón. A Lixy Tagliani le da igual cómo la define la ley o un tribunal: su libertad para ser quien es proviene de su interior, no depende de los demás.
    En cambio, según la ideología de género imperante en el hemisferio norte, la libertad trans se basa en cómo te ven los demás: para ser aceptada, es decir, para salir de tu clase de sexo biológico, es fundamental que los demás reconozcan la identidad deseada, y la ley es un medio más para imponer ese reconocimiento. Las personas trans se caracterizan por ser individuos vulnerables, víctimas del hecho de que otras personas no coincidan con su propia percepción de sí mismas, lo que, en mi opinión, es un callejón sin salida y una receta para la enfermedad mental.
    Discrepo de la afirmación de Rodrigo de que el dimorfismo sexual no es tan opuesto como se cree comúnmente. Como seres humanos, no podemos predecir el futuro, salvo la certeza absoluta de nuestra muerte. Y al igual que todos los seres humanos que han existido han muerto o morirán, todos ellos llegaron a existir como resultado de la interacción sexual dimórfica. Es tan simple como eso.
    Para superar esta realidad, la ideología de género recurre a la creencia y al concepto de «sexo asignado al nacer», al igual que los religiosos recurren a la fe para superar la muerte. Las implicaciones para la salud infantil son profundas.
    Afortunadamente, al menos en el ámbito anglosajón, esa ideología de género ha pasado su punto álgido. Los académicos ya no tienen que temer perder sus carreras por defender ideas críticas con el género (busquen en Google los casos de la filósofa Kathleen Stock, o la socióloga Jo Phoenix, entre otros). En el Reino Unido, el ministro de sanidad del nuevo Gobierno laborista, él mismo homosexual, ha prohibido los tratamientos de «reasignación de género» a los niños por falta de pruebas de resultados positivos, aunque a la pediatra que ha elaborado el informe fidedigno sobre el tema se le ha aconsejado que no utilice el transporte público por miedo a represalias https://www.theguardian. com/society/2024/apr/20/doctor-hilary-cass-warned-of-threats-to-safety-after-vile-abuse-over-nhs-gender-services-review. Gracias al reciente fallo de la Corte Suprema británica, entre otras libertades, las lesbianas son libres de organizar eventos solo para mujeres biológicas sin temor a infringir la ley …
    Yo mismo he tenido ocasión de temer la violencia de la militancia ‘trans’, entre 1.500 personas en una manifestación feminista contra la ley de autoasignación de género en Irlanda en 2023. Agradecí la fuerte presencia policial que nos mantuvo a 150 metros de distancia de 5.000 militantes que gritaban «!Fascistas de mierda, fuera de nuestras calles!» mientras ondeaban banderas con un busto de Lenin en colores del arcoíris y pancartas con el lema «Chúpame mi pija de señorita». Como activista de izquierda de toda la vida, fue mi momento de la «Revolución Cultural China»…
    Los lectores argentinos se sorprenderán al conocer la realidad de parte del actual activismo trans mayoritario fuera de su país. Afortunadamente, lo peor ya ha pasado.

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