The Translation to English at the Bottom of This Post

No hay distinción entre cultura y política cuando se trata de nombrar amigos sin concurso. Uno embajador. Oxenford. La otra directora de museo de arte moderno. Noorthoorn. Uno colecciona arte y bitcoins. La otra acumula años de gestión sin rendirle cuentas a nadie. Ambos, sin pasar por ningún proceso transparente, llegaron a puestos clave con la misma lógica: la del dedo mágico.

“Alec” Oxenford, el embajador argentino en Washington, no es diplomático, ni conoce los entresijos de la Cancillería. Es empresario tech, ex ArteBA, amigo del capital y de los artistas progresistas que hacían cola para ser sus amigos.

Alejandro “Alec” Oxenford, el embajador argentino en Washington, no es diplomático, ni conoce los entresijos de la Cancillería. Es empresario tech, ex ArteBA, amigo del capital y de los artistas progresistas que hacían cola para ser sus amigos. Ahora que dicen de que esa persona es la encargada de rifar los destinos de Argentina. Su designación fue firmada por decreto presidencial en comisión, es decir, sin acuerdo del Senado, sin exposición pública, sin oposición ni mérito más allá de su cercanía al Presidente y a Silicon Valley. Milei no nombró a un embajador: designó a una startup. En vez de representar al país, representa una fantasía libertaria de éxito globalizado sin Estado.

La designación de Alec Oxenford fue firmada por decreto presidencial en comisión, es decir, sin acuerdo del Senado, sin exposición pública, sin oposición ni mérito más allá de su cercanía al Werthein.

Victoria Noorthoorn, por su parte, fue recientemente ratificada como directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires sin concurso público, sin informe crítico de gestión, sin debate sectorial. Ya lleva más de una década al frente de una institución que se presenta como “plural” pero funciona como feudo curatorial. Mientras Milei desmantela la cultura, ella permanece blindada, protegida por los mismos consensos cómodos que naturalizan la exclusión, el elitismo estético y la idea de que la cultura se hereda, no se discute.

Victoria Noorthoorn, ya lleva mas de una década al frente de una institución como el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires sin concurso público, sin informe crítico de gestión, sin debate sectorial.

Oxenford y Noorthoorn comparten algo más que el circuito del arte: encarnan el vaciamiento de la idea de mérito. El mérito entendido no como credencial sino como proceso público, democrático, abierto. El mérito como forma de responsabilidad frente a lo común.

Con un embajador empresario y una directora que se autoinstituye, el Estado argentino ya no garantiza acceso, derechos ni representatividad. Solo sostiene trayectorias personales con buenos contactos. La política se vuelve boutique. La cultura, curaduría permanente del propio currículum.

Y mientras tanto, diplomáticos de carrera y trabajadores culturales ven cerrarse las puertas de una república que ya no se ocupa ni de parecerlo.

Alec Oxenford: Ambassador to the U.S. by Presidential Decree Without Senate Approval

There’s no distinction between culture and politics when it comes to appointing friends without a selection process. One is an ambassador—Oxenford. The other, director of a modern art museum—Noorthoorn. One collects art and bitcoins. The other has spent years in management without being held accountable. Both reached key positions through the same logic: the magic finger.

Alejandro “Alec” Oxenford, Argentina’s ambassador in Washington, is not a diplomat, nor does he know the inner workings of the Foreign Ministry. He’s a tech entrepreneur, former head of ArteBA, a friend of capital—and of the progressive artists who once lined up to be his friends. And now, they say, this is the person tasked with auctioning off Argentina’s future. His appointment was made by presidential decree in commission—that is, without Senate approval, without public scrutiny, without opposition, and without any merit beyond his closeness to the President and Silicon Valley. Milei didn’t appoint an ambassador; he designated a startup. Instead of representing the country, he embodies a libertarian fantasy of globalized success without a state.

Victoria Noorthoorn, for her part, was recently reappointed as director of the Buenos Aires Museum of Modern Art without a public call, without a critical management report, and without any sector-wide debate. She has led the institution for over a decade—an institution that presents itself as “plural” but operates as a curatorial fiefdom. While Milei dismantles cultural infrastructure, she remains shielded, protected by the same comfortable consensuses that normalize exclusion, aesthetic elitism, and the belief that culture is inherited, not debated.

Oxenford and Noorthoorn share more than just the art circuit: they embody the hollowing out of the very idea of merit. Merit understood not as a credential, but as a public, democratic, and open process. Merit as a form of responsibility toward the commons.

With a businessman ambassador and a self-instituted museum director, the Argentine state no longer guarantees access, rights, or representation. It merely upholds personal careers built on the right connections. Politics becomes a boutique operation. Culture, a permanent curatorship of one’s own résumé. Meanwhile, career diplomats and cultural workers watch as the doors of a republic slowly close—one that no longer even pretends to…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tendencias