La intervención de Nacho Dunand, crítico de Cultura en El Destape (el medio de Roberto Navarro), a propósito de Homo Argentum de Cohn y Duprat, es ilustrativa de un vicio estructural de la crítica kirchnerista: la incapacidad de leer una obra fuera del catecismo moral. Dunand afirma que la película “duele” porque satiriza a figuras populares como el padre Paco y porque dibuja un arquetipo de “argentino capitalino, de élite”. Esa lectura reduce la sátira a propaganda y convierte a la ficción en un supuesto documento de verdad social, como si toda representación estuviera obligada a testimoniar “lo que es” la Argentina.

La intervención de Nacho Dunand, crítico de Cultura en El Destape (el medio de Roberto Navarro), a propósito de Homo Argentum de Cohn y Duprat, es ilustrativa de un vicio estructural de la crítica kirchnerista: la incapacidad de leer una obra fuera del catecismo moral.

Lo interesante es que esa postura no surge del análisis formal ni estético, sino de una gramática moralizante. En lugar de distinguir entre representación y adhesión, entre obra y autor, Dunand de El Destape emprende un examen de pureza ideológica. Y en esa lógica, el arte solo se legitima si coincide con el relato político del momento. Todo lo demás se califica de elitista, traidor, antipueblo o, en palabras del rollizo muchacho: ‘esta película, me dolió’.

Dunand de El Destape emprende un examen de pureza ideológica. Y en esa lógica, el arte solo se legitima si coincide con el relato político del momento. Todo lo demás se califica de elitista, traidor, o, en palabras del rollizo muchacho: ‘esta película, me dolió’.

Aquí la referencia inevitable es Jacques Rancière: cuando la política se infiltra como policía de lo sensible, el espacio de la estética se clausura. Lo que debería ser apertura a la ambigüedad se convierte en disciplina. En palabras de Susan Sontag, el arte no debe ser interpretado como sermón: la “moralización” aplasta la experiencia estética.

En palabras de Susan Sontag, el arte no debe ser interpretado como sermón: la “moralización” aplasta la experiencia estética.

Pero el problema no es solo metodológico: es sociológico. El kirchnerismo cultural se mira al ombligo como si en él se revelara la verdad mesiánica de “el pueblo”. Opera bajo un esquema binario —buenos vs. malos, morochos vs. blancos— que nunca se aplica a sí mismo. Porque, seamos francos: los panelistas de El Destape Web son tan blancos (o más) que Guillermo Francella. Lo que aparece como populismo inclusivo es, en realidad, un elitismo de clase media ilustrada que se disfraza de voz popular mientras censura cualquier representación que no encaje en su liturgia.

El kirchnerismo cultural se mira al ombligo como si en él se revelara la verdad mesiánica de “El Pueblo”. Opera bajo un esquema binario —buenos vs. malos, morochos vs. blancos—pero seamos francos: los panelistas de El Destape Web son tan blancos (o más) que Guillermo Francella.

El momento más revelador llega cuando Dunand confiesa que él no critica las películas que no le gustan. Lo presenta como una posición “ética”: no hablar de aquello que rechaza. Pero ¿qué significa esa ética? Significa que la crítica se convierte en un acto de invisibilización. Lo que no encaja con su sensibilidad o con su catecismo, simplemente no existe, no circula, no merece ser pensado.

Dunand confiesa que él no critica las películas que no le gustan. Lo presenta como una posición “ética”: no hablar de aquello que rechaza. El Destape convierte a la crítica cultural en acto elitistas de reconocimiento o de desaparición. Los extremos se tocan.

Esa supuesta delicadeza es, en realidad, una violencia mucho mayor que los sketches de Francella o las sátiras de Duprat. Porque lo que hace es ejercer un poder de desaparición simbólica: borrar del mapa aquello que incomoda, en lugar de enfrentarlo en su complejidad. La pregunta entonces se impone: ¿cuál es el criterio para que una película “guste”? ¿En qué se basa esa ética de la omisión? ¿Y por qué una crítica negativa debería equivaler a un juicio moral, en vez de a un análisis de formas, lenguajes y efectos?

La paradoja es que la crítica de Dunand se pretende ética, pero es profundamente autoritaria. No se trata de abrir la discusión, sino de blindar el territorio de lo decible. Lo que no gusta, desaparece. Lo que incomoda, se silencia. Así, la crítica deviene tribunal, y el crítico, censor. Ese gesto de invisibilización es mucho más brutal que la sátira misma que denuncia. El arte no tiene que ser un espejo edificante. Cuando la crítica olvida esto, deja de ser crítica para convertirse en disciplina. Y cuando el progresismo cultural adopta esa función policial, se vuelve más autoritario que aquello que denuncia.

2 respuestas a “Progresismo de catequesis: Nacho Dunand, el ‘criticón’ catequista de Navarro y una ‘homo argentum’ que ‘le duele’”

  1. https://x.com/lalobadecatan/status/1957125930779820253

    Son tan predicibles, que están buscando carpetazos a dos manos.

    Es increíble como se ponen de culo con figuras de la cultura y el deporte que no siguen sus consignas. Con Francella, duki, tino Stoessel , emilia mernes e incluso con los campeones del mundo que no quisieron sacarse la foto con Alberto y que algunos apoyan a milei.
    Incluso hasta con los propios que no les caben su proyecto narcobolivariano que quedó inconcluso. Dónde al mínimo elogio al gobierno o una mínima discidencia es rigurosamente tratado de derecha. Que lindo haberse librado de esos antros totalmente asfixiante de estos troskos enclosetados.

    Me gusta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tendencias