Responder sin epitafios: sobre muerte, memoria y la casta de la gestión cultural

Patricia, gracias por leer y por tomarte el trabajo de escribir. Tu comentario me sirve para precisar el punto de mi serie sobre Teresa Anchorena y, de paso, desarmar una defensa muy típica del ecosistema cultural porteño: el reflejo de grupo endogámico que, ante una crítica sobre políticas y prácticas, corre la conversación hacia la etiqueta, la compasión post mortem y la neutralidad pretendidamente “caballeresca”. Voy por partes.

El ecosistema cultural porteño ante una crítica sobre políticas y prácticas que involucra a uno de los suyos corre la conversación hacia la etiqueta, la compasión post mortem y la neutralidad pretendidamente “caballeresca”.

1) “No se habla del muerto”: etiqueta vs. memoria pública

Que alguien haya muerto no bloquea el análisis; lo vuelve urgente. En cultura, la memoria es un bien público; no una propiedad privada de los deudos ni de un círculo de afinidad. Cuando hablé de archivo vs. epitafio propuse exactamente esto: archivo es lo verificable (acciones, decretos, decisiones, presupuestos, omisiones); epitafio es la consagración sentimental y el acuerdo de superficie (homenajes, fotos, adjetivos). Si dejamos que el epitafio tape el archivo, perdemos la política en favor del ceremonial.

Mi objeción a la “santificación” inmediata de Anchorena no es personal ni oportunista: es metodológica. La cultura argentina, sobre todo desde los ‘90, reemplazó el debate por una liturgia de “guardianes” y “próceres” donde cada velorio deviene acto de propaganda. A eso me opongo. Y lo hago con hechos: defendí en su momento el Mural de Siqueiros para que no saliera del país; empujé un paquete legislativo de protección que piensa lo cultural como intransferible (no como intocable), y me planté contra la transformación pagasesca del Palacio Duhau. Eso es política, no epitafio.

Mi objeción a la “santificación” inmediata de Anchorena no es personal ni oportunista: es metodológica. La cultura argentina, sobre todo desde los ‘90, reemplazó el debate por una liturgia de “guardianes” y “próceres” donde cada velorio deviene acto de propaganda. A eso me opongo.

2) “Resiliencia”: la enfermedad como teatro y consuelo

Decís que “Teresa fue resiliente”. La enfermedad forma parte de la experiencia humana; morir a los 80 años no es una tragedia sino el curso lógico de la vida. En la Argentina se ha hecho, desde Evita para acá, un teatro tanatológico donde la enfermedad se vuelve certificación moral pública y excusa para blindar biografías. La retórica de la resiliencia, además, convive con el negocio de la prolongación: dispositivos médicos, internaciones, prepagas premium; un mandato de alargar el tiempo biológico a como dé lugar. No juzgo decisiones íntimas; señalo que resiliencia no es un argumento para disolver la evaluación de políticas y responsabilidades.

Decír que “Teresa (Anchorena) fue resiliente” es un “trueismo”. La enfermedad forma parte de la experiencia humana; morir a los 80 años no es una tragedia. Desde Evita impera un teatro tanatológico donde la enfermedad se vuelve certificación moral pública y excusa para blindar biografías.

3) El homenaje de arteBA: emoción vs. política

El homenaje “movilizante” en arteBA es un gesto afectivo de un microclima —válido como gesto—, pero no es la medida de una gestión. ArteBA, sus socios y su prensa amiga funcionan como caja de resonancia de la misma clase que ocupó la Comisión de Monumentos, los amigos de museos, los directorios y los jurados. El abrazo fúnebre no reemplaza ni corrige el archivo. No confundo afecto con política: los afectos son libres; la política es rendición de cuentas.

El abrazo fúnebre en ArteBa no reemplaza ni corrige el archivo. No confundo afecto con política: los afectos son libres; la política es rendición de cuentas.

4) Telerman, “perfil bajo” y la neutralidad imposible

Me atribuís poner a Jorge Telerman como ejemplo de integridad. No lo hice ni lo haría. Telerman, como tantos, perfeccionó el arte de gestionar retornos sin escándalo: el “perfil bajo” como tecnología de poder. En la gestión cultural local, el “funcionario ideal” para el poder de turno es el que no denuncia, arma programación presentable y garantiza “previsibilidad” a medios y contratistas. En ese sentido, Anchorena lo fue; Telerman lo es. No es un problema de gustos; es un modelo de gobernanza cultural que privatiza prestigio y socializa presupuestos. El fracaso de casos como Lopérfido (la vidriera grotesca de la ópera nacional) no fue moral sino de ineptitud para esa tarea de “confiabilidad”. El resto siguió.

Me atribuís poner a Jorge Telerman como ejemplo de integridad. No lo hice ni lo haría. Telerman, como tantos, perfeccionó el arte de gestionar retornos sin escándalo

5) “Poco caballero”: etiqueta de clase vs. crítica pública

Agradezco que me llames “pensador importante”, pero el adjetivo viene seguido de “poco caballero”. ¿Qué quiere decir eso en esta gramática? Que la crítica sólo sería aceptable si se formula en clave de coctel: sin nombres, sin consecuencias, sin tensar la cuerda. “Caballerosidad” aquí significa no romper la fiesta. Lo siento: mi proyecto no es de etiqueta. Es un proyecto performativo (no de “performance” estética, de intervención estratégica): usar archivos, medios y memoria para hacer preguntas incomodas donde el consenso anestesia. Elegancia no es callarse; es usar la palabra con propósito.

Elegancia no es callarse; es usar la palabra con propósito.

6) Mis credenciales no me inmunizan (pero explican el método)

No pongo diplomas sobre la mesa para enmudecer a nadie. Los menciono —doctorado, maestrías, docencia, reconocimiento internacional— para transparentar el método: vengo de pensar políticas culturales comparadas, de lidiar con coleccionismo, exportaciones, leyes, y de aprender a distinguir circulación simbólica de negocio contable. Mi trabajo público (ESMA, Siqueiros, legislación) está documentado; que la casta trate de borrarlo es parte del juego. Y por eso no hablo desde el resentimiento sino desde la responsabilidad de poner en claro lo que vi y lo que hice.

7) ¿Por qué Teresa? Por lo que encarna, no por lo que padece

Para mí Anchorena no es un villano ni una santa: es síntoma. Su estética personal —esa sobriedad embalsamada— sintoniza con su política: una visión conservacionista que confunde preservar con congelar, patrimonio con fetiche, historia con postal. Se preserva “lo auténtico” cuando conviene a la clase que narra la ciudad como “París de América”, mientras se toleran operaciones inmobiliarias y cosplays institucionales (el Duhau, Puerto Madero, etc.). En paralelo, el circuito de amigos de museos, prensa cultural y patrocinadores teje el altar. Ahí está mi discrepancia: no es memoria; es marketing.

Para mí Anchorena no es un villano ni una santa: es síntoma. Su estética personal —esa sobriedad embalsamada— sintoniza con su política: una visión conservacionista que confunde preservar con congelar

8) “No se puede defender”: la asimetría real

Decís que “ahora (Anchorena) no se puede defender”. En rigor, no necesita: la defienden medios, instituciones, funcionarios, poetas de apellido. Lo que sí necesita el campo cultural es difracción: otras voces que corran el foco del duelo y vuelvan a la evidencia. Porque mientras discutimos “estilos”, hay seropositivos, discapacitados y viejos que hoy no acceden a medicamentos; y esa es también la historia de las políticas que este mismo bloque de poder integró —gobierne quien gobierne. En ese contexto, blindar biografías desde el sentimiento es un lujo de clase.

Mientras discutimos “estilos”, hay seropositivos, discapacitados y viejos que hoy no acceden a medicamentos; y esa es también la historia de las políticas que este mismo bloque de poder integró

9) “Pose” vs. método

No trabajo para ser oído por Patricia ni por su círculo. No es pose; es método. Acepto la impopularidad si de eso depende nombrar lo que todos saben y pocos escriben. Mi trabajo no busca “gustar” sino producir condiciones de lectura: abrir el archivo, mostrar las costuras, incomodar donde el elogio automático pacifica.

Mi trabajo no busca “gustar” sino producir condiciones de lectura: abrir el archivo, mostrar las costuras, incomodar donde el elogio automático pacifica.

10) Lo que sí propongo discutir (y medir)

Si quieren discutir en serio, hablemos con métricas y con leyes:

  • ¿Qué marcos de protección patrimonial necesitamos en un país devaluado para que lo cultural no se exporte a precio de saldo (mi obsesión desde 2002) y, al mismo tiempo, no se momifique lo vivo?
  • ¿Cómo se desconcentran decisiones en comisiones ad honorem capturadas por círculos de afinidad?
  • ¿Qué criterios de acceso y transparencia exigimos a fundaciones y amigos de museos que canalizan “filantropía” mientras optimizan impuestos?
  • ¿Cómo se separa programación de política pública, para que el calendario no oculte la traza presupuestaria y la gestión de compras, restauraciones y préstamos?

En esas discusiones me van a encontrar; en el altar, no.

Epílogo (provisorio)

No niego el dolor ajeno ni el derecho a homenajear. Niego, sí, que el dolor autorice a suspender el juicio. Si mi tono te parece “poco caballeresco”, quizá sea porque confundimos caballerosidad con silencio de club. La cultura que quisiera ver en la Argentina no es un club oligárquico sino una política de Estado capaz de preservar sin fetichizar, recordar sin mitificar y gastar sin capturas.

No niego el dolor ajeno ni el derecho a homenajear. Niego, sí, que el dolor autorice a suspender el juicio. Si mi tono te parece “poco caballeresco”, quizá sea porque confundimos caballerosidad con silencio de club.

La conversación sigue. En el próximo texto voy a profundizar en algo que aparece una y otra vez en estas discusiones: la momificación como ideología (y como negocio). No sólo metafórica: el pasaje de bienes etnográficos a mercancía de contrabando. No es ajeno al ecosistema que describimos: ahí están trayectorias como la de Facundo de Almeida —entonces secretario privado de Anchorena, luego director del MAPI— y las investigaciones por lavado que tocaron a nombres de la órbita macrista y museística. No para reemplazar un epitafio por otro, sino para hacer lo que falta: leer el archivo sin miedo.

mira mi entrevista con la revista bache de julio del 2025

3 respuestas a “Discutir el cadaver aun tibio de teresa anchorena: vandalismo cultural o deconstrucción de epitafios?”

  1. Muy bueno tu análisis Rodrigo. Los apellidos no dan impunidad. La muerte tampoco.

    Me gusta

  2. Estimado Rodrigo
    No puedo negar mi sorpresa al ve que mi comentario, que creía olvidado o inadvertido, haya dado lugar a un artículo tuyo. Gracias por la consideración en responderme.
    Pero estás errado cuando decís que apunto a sostener una presunta etiqueta social. Nada más ajeno a mí.
    Sencillamente y en todo caso, se trata de permitir que los allegados a Teresita atraviesen su duelo sin interferencias incómodas e inoportunas. Es un momento delicado que no comenzó con su fallecimiento, sino bastante antes. Permitir elaborar esta etapa no es ser parte de una complicidad de coctelería o como lo quieras figurar. Es respeto. Es prudencia. Pronto habrá lugar nuevamente para continuar reflexionando sobre gestión cultural.
    Te lo dice alguien que la conoció aunque no haya sido de su círculo. Alguien que incluso hace varios años ha llegado a tratarte a vos en una ocasión y que quedó muy bien impresionada. En parte por eso quizás nunca me dejé llevar del todo por esa ola cancelatoria hacia tu persona. Porque además te leo con atención y sigo tu proyecto (y tengo tu «Historia a contrapelo.») Y fijate sin embargo que no podría escribir mi apellido en este comentario porque, aunque soy practicamente anónima, tuve cierta presencia en el campo cultural y, por estar reconociendo tu aporte al pensamiento sobre la escena nacional y admtir que te leo, me granjearía unas cuantas antipatías, mas severas de lo que quizás imaginarías. Y no estoy con la energía ni la salud suficiente para afrontarlas.
    Sin pretención de ninguna nueva polémica, te saludo.

    Me gusta

  3. Aiiii. Sos muy muy lúcido y profundo y valiente analizando Nuestra Granja cultural.

    Cómo te quiero! Beso.

    Te

    Me gusta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tendencias