Este post reflexiona respecto del Episodio 3 de La Mala Educación de esta semana. Subscribíte. Es gratis.
EL PUNTO CIEGO
El artículo de Noelia Barral Grigera en El Destape plantea una tesis clara: sindicatos que se autodefinen como combativos, anti-Milei y ligados al peronismo de izquierda —Aeronavegantes, Metrodelegados, sectores de la UOM, del textil y del espacio Fuerza Argentina— trabajan activamente en la posible candidatura presidencial de Dante Gebel para 2027. El texto enumera apoyos, registra disidencias internas, describe la potencia comunicacional del pastor y subraya su capacidad de movilización de masas. En términos informativos, el artículo cumple. Pero ahí se detiene. Y lo decisivo no es lo que dice, sino lo que no puede decir.

Sindicatos ‘combativos’, anti-Milei y ligados al peronismo de izquierda —Aeronavegantes, Metrodelegados, sectores de la UOM, del textil y del espacio Fuerza Argentina— trabajan activamente en la posible candidatura presidencial de Dante Gebel para 2027.
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El artículo no formula el problema histórico que ese hecho encierra: qué significa, en términos de lucha de clases, que un sindicalismo que se nombra a sí mismo como combativo encuentre en un pastor evangélico una figura de “síntesis nacional”. No interroga el contenido del discurso de Gebel, ni el tipo de subjetividad que produce, ni por qué resulta atractivo precisamente ahora, en un contexto de derrota material, fragmentación del trabajo y colapso de los lenguajes clásicos de la política obrera. Ese silencio no es un error individual de la periodista. Es el gran problema de El Destape y la progresía cool; seguir leyendo la escena desde categorías —izquierda/derecha, progresismo/reacción— que ya no alcanzan para pensar lo que está ocurriendo. Registran el dato, pero no pueden pensarlos, porque pensarlos exigiría admitir que no solo está en crisis el sindicalismo, sino la gramática misma con la que se pensó históricamente la lucha de clases y el Peronismo en la Argentina.
El gran problema de El Destape y la progresía cool es seguir leyendo la escena nacional desde categorías —izquierda/derecha, progresismo/reacción— que ya no alcanzan para pensar lo que está ocurriendo. Registran el dato, pero no pueden pensarlo.
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LA IMPOTENCIA SINDICAL PARA ORGANIZAR A LOS DESPOSEÍDOS.
Antes de avanzar, hay que despejar una confusión central. Dante Gebel no es el evangelismo bolsonarista. No predica guerra cultural, no organiza moral punitiva contra minorías, no convoca al odio ni propone un programa político explícito de derecha religiosa. No construye enemigos. No promete restauración nacional. Y justamente por eso el apoyo sindical resulta tan enigmático. Gebel no convoca a combatir; convoca a alinearse. No promete transformación social; promete equilibrio interior. No ofrece un proyecto histórico; ofrece una tecnología subjetiva para soportar el presente.
Ahí aparece el verdadero problema que el artículo de El Destape deja abierto sin nombrarlo: ¿qué forma de política emerge cuando la lucha de clases sigue existiendo, pero ha perdido horizonte histórico, lenguaje propio y promesa de transformación material? La respuesta que empieza a asomar no es una nueva utopía. Es algo más inquietante: una espiritualización de la derrota que no emancipa, sino que organiza la impotencia de los desposeídos. En ese punto —y no antes— Dante Gebel deja de ser una anécdota mediática y se convierte en un problema histórico.

EL PROBLEMA DE LA JUSTICIA SOCIAL ARGENTINA ES LA CARENCIA DE VANGUARDIA REPRESENTATIVA REAL
La clave del fenómeno no es religiosa, sino política. La premisa es esta: no existe hoy una vanguardia proletaria real en sentido marxista. No hay un sujeto organizado capaz de pensar estratégicamente por el conjunto de la clase trabajadora y producir horizonte histórico. Lo que existe es una élite sindical con capital institucional, mediático y negociador, que gestiona representación sin proyecto. No es traición. Es desorientación estructural. Los sindicatos mencionados en el artículo —Aeronavegantes, Metrodelegados, sectores de la UOM, SETIA— conservan densidad organizativa en sectores específicos, pero operan cada vez más en clave corporativa, defensiva y cerrada. Protegen convenios, cajas y posiciones, pero ya no articulan una narrativa capaz de interpelar al mundo del trabajo fragmentado, precarizado e informal que crece por fuera de esas estructuras.
No existe hoy una vanguardia argentina proletaria real con capacidad de movilización. No hay un sujeto organizado capaz de pensar estratégicamente por el conjunto de la clase trabajadora y producir horizonte histórico. Lo que existe es una élite sindical que gestiona representación sin proyecto. No es traición. Es desorientación.
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La lucha de clases no desapareció. Lo que desapareció es su capacidad de organizar sentido histórico. Y frente a ese vacío, una parte del sindicalismo no busca emancipación —porque ya no sabe cómo prometerla— sino tecnologías de gobierno del deterioro social. Ahí entra Gebel.

MANAGEMENT EVANGELISTA DE LA MELANCOLÍA SINDICAL
El evangelismo de Dante Gebel no compite con la lucha de clases: ocupa el lugar que deja su imposibilidad actual. Donde no hay proyecto de transformación material, aparece una tecnología de orden subjetivo. No promete cambiar la realidad: promete soportarla sin explosiones sociales. Por eso el apoyo sindical no responde a una lógica ideológica clásica. No es “izquierda apoyando derecha”. Es algo más grave: una dirigencia sindical que ya no cree poder transformar la estructura social y busca, al menos, una forma de gobernabilidad moral de los sectores populares.
El evangelismo de Dante Gebel no compite con la lucha de clases: ocupa el lugar que deja su imposibilidad actual. Donde no hay proyecto de transformación material, aparece una tecnología de orden subjetivo. No promete cambiar la realidad: promete soportarla sin explosiones sociales.
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Gebel no ofrece justicia social. Ofrece alineación. El costo es claro: la lucha de clases se desmaterializa. La explotación se vuelve “proceso”. La precariedad se transforma en prueba interior. El enemigo deja de ser el capital y pasa a ser el propio “corazón desalineado”. Ahí el sindicalismo, al aceptar ese marco, renuncia a su función histórica. No por apoyar a Gebel, sino por aceptar las condiciones en las que Gebel aparece como solución.

EL ADN PERONISTA CONTIENE LA DESPOSESIÓN DEL DESPOSEÍDO
Para entender este gesto no alcanza con denunciarlo. Hay que inscribirlo en la historia del peronismo. El peronismo no nació como izquierda socialista. Nació como una operación política sobre la lucha de clases: frenar el comunismo, negociar con la oligarquía, integrar al proletariado emergente bajo un proyecto nacional-industrial. No eliminó el conflicto; lo institucionalizó. No negó la lucha de clases; la administró. Esa ambigüedad fue su potencia y su límite. El peronismo funcionó mientras existió un horizonte material creíble: industria, empleo, mercado interno, movilidad social, sindicatos fuertes. Eso hoy no existe.
El peronismo funcionó mientras existió un horizonte material creíble: industria, empleo, mercado interno, movilidad social, sindicatos fuertes. Eso hoy no existe.
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Lo que vemos con Milei es la inversión brutal de esa matriz: no hay pacto social, no hay mediación, no hay promesa material. Hay saqueo financiero y destrucción de mediaciones. Frente a eso, una parte del sindicalismo intenta repetir el gesto peronista original —unidad nacional, pacificación, síntesis— pero sin base material. Donde antes había trabajo y derechos, ahora hay espiritualidad disciplinaria. Donde antes había lealtad a cambio de dignidad, ahora hay sentido a cambio de silencio. El apoyo a Gebel no es conversión religiosa. Es peronismo sin pueblo organizado, sin industria, sin futuro. Una tecnología simbólica para evitar el estallido, no para ganar la lucha de clases.
Lo que vemos con Milei es la inversión brutal de esa matriz: no hay pacto social, no hay mediación, no hay promesa material. Hay saqueo financiero y destrucción de mediaciones. Frente a eso, una parte del sindicalismo intenta repetir el gesto peronista original —unidad nacional, pacificación, síntesis— pero sin base material.
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LOS SUEÑOS IRRESPONSABLES DEL PERIODISMO JOVEN COOL PROGRE PALERMO HOLLYWOOD
El límite de jovenes cool como El Destape es estructural. Sigue pensando en términos de movilización clásica, de calle, de vanguardia discursiva. Cree que nombrar es politizar. No ve que el poder contemporáneo ya aprendió a neutralizar la crítica sin prohibirla. Puede hablarse de sindicalismo, de derechos, incluso de pobreza, siempre que eso no reorganice la experiencia vivida de la explotación.
El límite de jovenes cool como El Destape es estructural. Sigue pensando en términos de movilización clásica, de calle, de vanguardia discursiva. Cree que nombrar es politizar. No ve que el poder contemporáneo ya aprendió a neutralizar la crítica sin prohibirla.
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Por eso el artículo menciona a Gebel pero no lo interroga. No puede hacerlo sin admitir que la lucha de clases ya no se juega solo en la economía o en la calle, sino en la subjetividad, en el tiempo, en el modo de narrar el sufrimiento. Milei gobierna por shock. Gebel gobierna por alineación interior. Uno destruye el Estado. El otro enseña a vivir sin él. Juntos cubren todo el espectro.

Farsa
Lo verdaderamente inquietante no es que sindicatos apoyen a Dante Gebel. Lo inquietante es qué revela ese apoyo: la ausencia de una vanguardia proletaria real y la renuncia a producir conciencia de clase. Cuando la lucha deja de nombrarse como tal, no desaparece. Se vuelve interior, culpabilizante y silenciosa. Deja de ser política y se convierte en sufrimiento privado. Gebel no viene a liberar. Viene a ordenar. No viene a interrumpir el mundo. Viene a enseñarnos a no molestar. Eso no es una alternativa al neoliberalismo. Es su forma más avanzada. Gebel es un proyecto, como lo es Milei y lo fue en su momento Pinochet y el Peronismo que, lo único que entiende es el poder, ya piensa en sumarse.
Gebel no viene a liberar. Viene a ordenar. No viene a interrumpir el mundo. Viene a enseñarnos a no molestar. Eso no es una alternativa al neoliberalismo. Es su forma más avanzada. Gebel es un proyecto, como lo es Milei y lo fue en su momento Pinochet y el Peronismo que, lo único que entiende es el poder, ya piensa en sumarse.
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© Rodrigo Cañete, 2025. Publicado originalmente en La Mala Educación. Reproducción total o parcial solo con cita de autor.
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